ABC 11.02.11
La democracia ha conquistado los corazones de los egipcios.
Habrá riesgos, pero es una gran oportunidad
Finalmente
ha tenido que ceder el presidente Mubarak. Hace sólo una semana aún creía que
podría imponer su agenda. Y pretendía quedarse en la presidencia hasta
septiembre. Hoy ha tenido que reconocer lo que ya era obvio. Que él ya no podía
ser parte de la solución. Que se había convertido en el principal problema
inmediato. En obstáculo para cualquier solución. Su entorno y sus aliados han
necesitado dos semanas para convencerlo. No es mucho después de 30 años en que
la realidad le había sido obediente. Pero se rebeló contra Mubarak el día 28 de
enero. De forma irreversible. La realidad se rebeló también contra la
tradición. Porque no ha sido una revuelta palaciega, ni una intriga ni un
golpe, lo que acaba con el reinado de este faraón moderno. Ha sido la libertad
occidental democrática la que ha conquistado las mentes y los corazones de los
jóvenes egipcios. La que les ha hecho comprender que el vasallaje y la vida del
súbdito son no sólo despreciables, sino más importante aún, evitables.
La
juventud en Egipto supone dos terceras partes de la población. Quiere un futuro
distinto a la vida que llevaron sus padres, marcada por la resignación, el
fatalismo y el miedo. Estas tres armas han sido derrotadas en Egipto. Los
levantamientos de Túnez y de Egipto han vencido al miedo y a la resignación que
ha mantenido a las clases populares sometidas en una congelación sin transformaciones
desde la edad media.
Como
sucedió hace ya más de dos décadas en Europa oriental, cuando las naciones
centroeuropeas se levantaron contra la división del continente. Entonces fue un
Papa, Juan Pablo II quien arengó a los pueblos a no resignarse. Hoy es el
imparable flujo de información y la ira resultante ante el agravio comparativo
que supone la libertad occidental, el que pone punto final a la lógica
despótica y a la sumisión forzosa en el mundo árabe. Y allí es un fenómeno sin
precedentes. Por primera vez se ha generado una masa crítica que quiere allí
los mismos derechos y la misma vida que nosotros tenemos aquí. Nadie se los
puede negar. El derrocamiento popular de un dictador en el principal país del
mundo árabe, tendrá inmensas consecuencias en toda la región.
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