jueves, 12 de febrero de 2015

EL TRIUNFO DE NUESTRA LIBERTAD

Por HERMANN TERTSCH
ABC  11.02.11


La democracia ha conquistado los corazones de los egipcios. Habrá riesgos, pero es una gran oportunidad


Finalmente ha tenido que ceder el presidente Mubarak. Hace sólo una semana aún creía que podría imponer su agenda. Y pretendía quedarse en la presidencia hasta septiembre. Hoy ha tenido que reconocer lo que ya era obvio. Que él ya no podía ser parte de la solución. Que se había convertido en el principal problema inmediato. En obstáculo para cualquier solución. Su entorno y sus aliados han necesitado dos semanas para convencerlo. No es mucho después de 30 años en que la realidad le había sido obediente. Pero se rebeló contra Mubarak el día 28 de enero. De forma irreversible. La realidad se rebeló también contra la tradición. Porque no ha sido una revuelta palaciega, ni una intriga ni un golpe, lo que acaba con el reinado de este faraón moderno. Ha sido la libertad occidental democrática la que ha conquistado las mentes y los corazones de los jóvenes egipcios. La que les ha hecho comprender que el vasallaje y la vida del súbdito son no sólo despreciables, sino más importante aún, evitables.

La juventud en Egipto supone dos terceras partes de la población. Quiere un futuro distinto a la vida que llevaron sus padres, marcada por la resignación, el fatalismo y el miedo. Estas tres armas han sido derrotadas en Egipto. Los levantamientos de Túnez y de Egipto han vencido al miedo y a la resignación que ha mantenido a las clases populares sometidas en una congelación sin transformaciones desde la edad media.

Como sucedió hace ya más de dos décadas en Europa oriental, cuando las naciones centroeuropeas se levantaron contra la división del continente. Entonces fue un Papa, Juan Pablo II quien arengó a los pueblos a no resignarse. Hoy es el imparable flujo de información y la ira resultante ante el agravio comparativo que supone la libertad occidental, el que pone punto final a la lógica despótica y a la sumisión forzosa en el mundo árabe. Y allí es un fenómeno sin precedentes. Por primera vez se ha generado una masa crítica que quiere allí los mismos derechos y la misma vida que nosotros tenemos aquí. Nadie se los puede negar. El derrocamiento popular de un dictador en el principal país del mundo árabe, tendrá inmensas consecuencias en toda la región.

Que nadie piense que esta oleada sólo afectará a los regímenes despóticos aliados de Occidente. Más pronto que tarde los sentirá también Siria. Y en Irán resurgirá tras su aplastamiento en 2009. Porque quienes han derribado a Mubarak son los mismos que quieren acabar con el régimen de los ayatolas. Por supuesto que estos movimientos tectónicos conllevan riesgos. Serán muchos. Y grandes las dificultades. Por supuesto que hay fuerzas, las islamistas radicales, que querrían utilizar la situación para imponer su reino del oscurantismo y la represión. Pero mayores que los riesgos son las oportunidades para instaurar regímenes de libertad, información, transparencia y tolerancia.

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