jueves, 19 de febrero de 2015

LA PESADILLA DEL CAUDILLO

Por HERMANN TERTSCH
  ABC  25.02.12


Hugo Chávez ha asegurado a los venezolanos que va a volver «como siempre» es decir «mejor que antes». Lo dice en la carta a la Asamblea Nacional venezolana en la que pide permiso para ausentarse y viajar una vez más a Cuba a operarse allí su cáncer porque de sus compatriotas no se fía. En Cuba, la gerontocracia de la dictadura castrista tiene a sus médicos amaestrados fuera de toda duda y paranoia. Son muchos los que ya piensan en Venezuela que la cita con las urnas en las presidenciales del próximo 7 de octubre va a ser una elección letal. Y no porque Chávez vaya a morir si pierde. Sino porque la obsesión de Chávez por ganar esas elecciones frente al candidato de la oposición, Capriles, va a acelerar definitivamente su marcha hacia la sepultura. Todo indica que no está haciendo nada de lo que debiera. En lo que a su tratamiento se refiere. Porque le angustia la posibilidad ya nada irreal de que toda su aventura ruinosa de la revolución bolivariana se hunda. Y sin épica, en la ordinaria rutina de las urnas. La dosis de épica la pone él con hiperactividad y abuso de esteroides. Por su pánico a la vulgaridad de perder en las urnas y morirse de forma tan vulgar. Y de nuevo recurre a la épica. «Carabobo vuelve a llamarnos», dice ahora. Se ve en la batalla de Carabobo de 1821, en la que las tropas lideradas por Simón Bolívar se enfrentaron a las tropas españolas. En realidad, Chávez sabe que está para muy pocas batallas y se enfrenta a la peor pesadilla del gran caudillo visionario. Que puede asistir postrado, derrotado y entubado al entierro de su delirante criatura política antes de ser llevado al propio.

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