ABC 25.02.12
Hugo Chávez ha asegurado a
los venezolanos que va a volver «como siempre» es decir «mejor que antes». Lo
dice en la carta a la Asamblea Nacional venezolana en la que pide permiso para
ausentarse y viajar una vez más a Cuba a operarse allí su cáncer porque de sus
compatriotas no se fía. En Cuba, la gerontocracia de la dictadura castrista
tiene a sus médicos amaestrados fuera de toda duda y paranoia. Son muchos los
que ya piensan en Venezuela que la cita con las urnas en las presidenciales del
próximo 7 de octubre va a ser una elección letal. Y no porque Chávez vaya a
morir si pierde. Sino porque la obsesión de Chávez por ganar esas elecciones
frente al candidato de la oposición, Capriles, va a acelerar definitivamente su
marcha hacia la sepultura. Todo indica que no está haciendo nada de lo que
debiera. En lo que a su tratamiento se refiere. Porque le angustia la
posibilidad ya nada irreal de que toda su aventura ruinosa de la revolución
bolivariana se hunda. Y sin épica, en la ordinaria rutina de las urnas. La
dosis de épica la pone él con hiperactividad y abuso de esteroides. Por su
pánico a la vulgaridad de perder en las urnas y morirse de forma tan vulgar. Y
de nuevo recurre a la épica. «Carabobo vuelve a llamarnos», dice ahora. Se ve
en la batalla de Carabobo de 1821, en la que las tropas lideradas por Simón
Bolívar se enfrentaron a las tropas españolas. En realidad, Chávez sabe que
está para muy pocas batallas y se enfrenta a la peor pesadilla del gran
caudillo visionario. Que puede asistir postrado, derrotado y entubado al
entierro de su delirante criatura política antes de ser llevado al propio.
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