ABC 18.09.10
«Bonn paga a Bucarest a cambio de que ésta acepte a los
gitanos rumanos que han entrado ilegalmente en Alemania». Dinero tirado por la
ventana, sugiere el primer ministro rumano, Nicolae Vacaroiu, a «El País»...
«Nuestras relaciones con Bonn han permitido la repatriación de muchos gitanos
rumanos. Gran parte de ellos seguro que ya están de vuelta en Alemania», dice
Vacaroiu, un hombre sincero. Sin embargo, en la cuestión gitana, hasta Vacaroiu
cae en los eufemismos. Cuando habla de «buenas relaciones con Bonn» se refiere
al pago de una serie de millones de marcos que Alemania concede a Rumania para
la ayuda social a los expulsados, pero que, según los líderes gitanos, jamás
llegan a su destino». Este texto precedente les habrá planteado incógnitas. En
Bonn ya no hay gobierno, yo escribo en ABC y Vacaroiu se perdió en las brumas
de la traumática historia de la Rumania post Ceaucescu. Se explica. Está
escrito en Bucarest el 3 de noviembre de 1993, después de uno de mis largos
viajes
transilvanos por pueblos alemanes
centenarios, abandonados por su población germana y ya en ruinas tras ser
ocupados por gitanos. Estos intentaban seguir los pasos de suavos y sajones
también hacia Alemania. Con menor éxito. Los alemanes de Rumania eran bienvenidos,
los gitanos no. Ya por entonces deportaba por tanto Alemania a gitanos. Y la
solución adoptada no era muy distinta que la tomada por el presidente Sarkozy.
Con una salvedad: el pago se hacía al Gobierno receptor y no a los deportados.
Angela Merkel no tiene que imitar a Sarkozy. Y no está sola. Muchos gobiernos
deportaron y deportan. Sin publicidad, porque creen no les conviene. Sarkozy ha
decidido que a él sí. De ahí el ruido. Ésa es la novedad. Revela el humor
social en Europa y conviene tomarlo en serio.
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