ABC 21.05.11
Desde un principio estuvo claro que el presidente Barack
Obama tendría una relación con Israel cualitativamente distinta a sus
antecesores. Y que la práctica identidad de criterios que, diferencias
puntuales al margen, hubo durante la era Bush sería irrepetible. Ahora Obama,
con su discurso a la nación árabe del miércoles ha conseguido llevar a un
extremo la desconfianza del Gobierno de Benjamin Netanyahu. Las grandes
expectativas creadas por algunos, que hablaban de un «antes y un después del
discurso» no se vieron cumplidas. No podían, porque las realidades son tercas.
La influencia de EEUU en la «primavera árabe» es muy limitada. La condena a
Hamás lógica por propugnar la destrucción de Israel. También habló del «Estado
judío» para aplacar la profunda desconfianza israelí. Y de su seguridad como un
interés fundamental e innegociable de Estados Unidos en la región. Tampoco era
nada nuevo su oposición a un reconocimiento del estado palestino antes de un
acuerdo. Pese a la presión de algunos países europeos a un reconocimiento
general en septiembre.
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