ABC 21.04.12
Mañana
se vota en Francia. Salvo sorpresa ganará el socialista Francois Hollande, ya
en la primera vuelta, a un Sarkozy que sí se espera que pase a la segunda. En
ésta dentro de quince días, el pronóstico es aun peor para el actual
presidente. No se descarta una derrota humillante. Las elecciones francesas se
celebran en un momento decisivo para la construcción europea y la zona euro. Y
se han convertido por ello en un triste aprieto. Que puede acabar siendo el
principio del fin del proyecto europeo. El retorno del primer socialista al
Elíseo desde Francois Mitterrand sólo es explicable por la situación de su
rival. Sarkozy ha conseguido cosechar tantas y tan consolidadas antipatías que
las elecciones se antojan ya un plebiscito sobre su persona. Y si así lo
entienden los electores, la humillación puede ser contundente. La arrogancia,
el trampeo y el exabrupto, su permanente inquietud pero también el humo que ha
vendido, han logrado lo inexplicable, que es hacer de Hollande una alternativa,
no ya soportable, sino deseable. No es poco. Porque es un candidato gris. Y
porque llega con recetas radicalmente enfrentadas a todas las hasta ahora
aplicadas. E inaceptables para su vecina Alemania. Donde una victoria de
Hollande reforzaría a aquellos que quieren ya hoy zanjar como fracaso el euro y
hacer su pequeño espacio propio al margen de los países del sur. El problema
del estatismo y los planes socialistas de Hollande es que Sarkozy no ha hecho
nada en sentido contrario en estos años. Y hoy no tiene autoridad para
denunciar como disparate una política socialista francesa que en Alemania ni
siquiera los socialdemócratas con una imposible mayoría absoluta querrían
apoyar. Así las cosas, Sarkozy sólo tiene la esperanza de hacer girar la opinión
en los quince días entre vueltas. Con la política. Su peor enemigo no es
Hollande, sino su propia imagen.
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