ABC 16.04.11
La cumbre de la OTAN en Berlín ha revelado unas divisiones
internas alarmantes. Y no ya sólo para la campaña militar en Libia, aunque sea
ésta la que hacen surgir las discrepancias, la falta de solidaridad y de unidad
que se traducen en una vergonzosa falta de eficacia sobre el terreno. Que ahora
algunos de los pocos miembros que participan en la intervención (7 de 28),
digan que hay que atacar con mayor contundencia, revela impaciencia ante los
resultados. Pero también la inconsistencia aterradora de la labor realizada.
Que aun no hayan atacado los centros de mando y control militar de Gadafi es
prueba de que los rebeldes tenían razón al condenar la parsimonia de la OTAN en
la guerra. Algunos de sus dirigentes, ya hartos de los europeos, han pedido una
mayor intervención de los Estados Unidos, que no quiere. En Libia, la Alianza
Atlántica va camino de perder el respeto tanto de sus aliados rebeldes como de
sus enemigos leales a Gadafi. En Berlín sólo hubo acuerdo en que Gadafi no puede
sobrevivir en el poder a esta guerra. No es mucho, porque con el actual nivel
de intervención, Gadafi bien puede prolongarla indefinidamente.
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