viernes, 20 de febrero de 2015

¡AY, CRISTINA, QUÉ LÍO!

Por HERMANN TERTSCH
  ABC  14.04.12


Que sí, que ya sabemos que la presidenta Cristina Fernández de Kirchner dirá que actúa por el bien supremo de la nación. Y por la momia de Perón. Y que envuelta en la bandera puede llamar a los argentinos a llenar las calles. Contra un enemigo bien elegido. Y España, como el Reino Unido, cumple los requisitos. Saldrán si quiere doña Cristina. E insultarán con entusiasmo al enemigo europeo, al colonialismo y a lo que sea. Abducidos por el patriotismo peronista o el peronismo patriota o como quieran llamar a ese estado de irracional arrebato que vibra en la fibra nacional. Que puede tornarse merengue o sangre. Merengue fue cuando doña Cristina parecía enésima víctima de ese complot yanqui denunciado por Hugo Chávez. Que consiste en colocarle un cáncer a todo líder latinoamericano que moleste en Washington. El cáncer de Cristina fue mucho más benigno que el de Hugo. Tan benigno que no era cáncer. Pero la presidenta sanó de esa enfermedad que jamás tuvo para escalar un peldaño más hacia la inmortalidad peronista. Fue merengue el entusiasmo sincero entonces. Fue sangre en tiempos ya lejanos, cuando el general Galtieri quiso frenar su propia crisis y miseria de la dictadura con la «aventura anticolonial» en las Malvinas. Y logró que una sociedad vapuleada jaleara entusiasta a los milicos. Le salió muy mal, como tenía que ser. Y se hundió como todos sabemos. Frente al mito bobo del complot yanqui, hay otra enfermedad, muy cierta, política: la sinrazón que emponzoña no ya la Casa Rosada, sino toda la vida política argentina y de la que cuentan escandalizados todos los visitantes. De la sinrazón y de la rapacidad. Cuentan que pululan por pasillos y despachos jovencitos amigos del hijo que quitan la palabra a los ministros, enmiendan a los expertos y humillan a los funcionarios. Dicen que por allí mandan sin control estos jóvenes prepotentes y voraces de poder y dinero. Comisarios de la política y el negocio. Pero también los cínicos y corruptos personajes de la eterna izquierda montonera, protegida de don Néstor. Es ese centro de poder, que no Gobierno, un patio de monipodio donde una presidenta todopoderosa expone todas las desnudeces de su incapacidad. La corrupción en Argentina está en la cima de su poder.

Lo que pasa es que la realidad es muy terca. Y la aventura que desde hace meses preparan para robar YPF a Repsol y volverlo a colocar en un todo o en partes a los siguientes postores tiene muchos problemas. Y saben que quieren, pero ayer volvían a dudar. Porque el mensaje que llega de fuera les lleva a pensar que el precio puede ser demasiado alto. No sólo porque no tienen inversores y los extranjeros se cuidarán de pujar por el botín. Porque el golpe para Argentina y Mercosur puede haber llevado a los vecinos de Argentina a engrosar las filas de quienes se sienten perjudicados. La firme reacción de España y la reacción inmediata de Bruselas ha incrementado las dudas en Buenos Aires. El Gobierno en Madrid estaba preparado para la tropelía y dejó con cuatro gestos muy claro que esto no es un Gobierno Zapatero. Lo que es dudoso es que tengan un plan B en la Casa Rosada, que en caso de echarse atrás permitiera anular la orden de asalto sin problemas para explicarlo a unas masas convencidas de que el patriotismo pesa más que el derecho de propiedad. A Cristina se le va a hundir la economía, robe o no a Repsol. Si consuma el atraco, tendrá su bálsamo de consuelo populista, pero su situación general empeora drásticamente. Metió a todos en un lío. Pero quien más enredada está es sin duda ella. Y con ella la Argentina.

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