viernes, 20 de febrero de 2015

EL ASALTO PATOTERO

Por HERMANN TERTSCH
  ABC  17.04.12


Nos ha dicho la presidenta Cristina Fernández, desde una sala de la Casa Rosada, con un retrato de Evita al fondo, que ella es la jefa del Estado y no una «patotera». ¿Por qué será que, no sabiendo lo que significa este término, no habiéndolo oído jamás, hemos considerado que la presidenta hace bien en sospechar que la tomamos por tal? En fin, decididos a saber qué es lo que niega ser la viuda Kirchner, nos adentramos por los glosarios gauchesco, criollo, lunfardo, de jergas y modismos y damos con ello: «Observado el vocablo desde Madrid, donde está la sede de la Real Academia Española, es relacionado solo con Uruguay y la Argentina (…). Martín Alonso anota que patotero es, en estos países, el joven callejero, farrista, bravucón y perdonavidas. Es el integrante de una patota, 'pandilla de jóvenes desocupados que por antipatía o simple pasatiempo asaltan a determinadas personas burlándose de ellas o infiriéndoles daño». La presidenta temía al parecer ser confundida con una patotera. Y se apresuró a asegurarnos que no lo es. Pues debemos decirle que estamos de acuerdo con ella en que podríamos tomarla por tal. Porque todo el adorno retórico justificante de la decisión de expropiar YPF a Repsol después de unos meses hundiendo desde el poder la compañía es lo más parecido a una decisión muy patota de un gobierno superpatotero. Al anunciar la presidenta estaba acompañada por un público aparentemente devoto todo él. Allí había mucho funcionario de este Gobierno que dirigen unos matoncillos ideologizados en torno a su hijo Máximo pero también Axel Kiciloff. Éste es el viceministro de economía pero manda mucho más que todos los que oficialmente están por encima de él. Y despacha prácticamente a diario con la presidenta. Son una tropa de jóvenes implacables, ambiciosos a más no poder y con experiencia de la agitación política estudiantil y ya muy duchos demagogos con su retórica peronista. En realidad, esa especie de Gobierno de jóvenes híbridos de montoneros y ejecutivo  es lo más parecido a eso que ahora ya conocemos por patota. Es el perfecto gobierno patota. Porque son, cuentan aterrados todos los que han tenido trato con ellos, unos perdonavidas que se creen capaces de todo desde el poder. Y ahora, desde un poder que aplastantemente confirmado por la presidenta Kirchner en octubre, consideran tener patente de corso para todas las aventuras de las que puedan sacar rédito político y por supuesto crematístico. Porque se están forjando grandes fortunas entre los patoteros. Pero allí, ayer en la Casa Rosada había también empresarios. Y otros funcionarios o responsables que no forman parte de los cuadros de esta tropa de trepadores incontrolables que entraron al poder con Nestor y con su equipo de montoneros. Y esos argentinos formados, profesionales, que estaban allí presentes en el triunfal anuncio de la política patotera saben muy bien que serán los argentinos quienes paguen las consecuencias de estos atropellos. Que ahora se dirigen contra los españoles y quién sabe contra quien mañana, cuando necesiten otra dosis de populismo en vena ante la situación cada vez más tenebrosa, que los números falsos, las estadísticas mentirosas y las cuentas trucadas ya no pueden ocultar. Los argentinos educados, formados y decentes saben que su país ha llegado otra vez a ese punto en el que busca desesperadamente, cada cierto tiempo, automutilarse. Los españoles también tenemos cada cierto tiempo necesidad de hacernos daño. Pero los argentinos apenas soportan periodos breves sin hacerse un daño profundo. Parece una pulsión fatal, siempre movida por esa angustia tóxica del peronismo que hace de uno de los países más ricos del mundo un Estado permanentemente fallido. Del que se alimentan tropas patoteras.  

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