ABC 17.04.12
Nos ha dicho la presidenta Cristina Fernández, desde una
sala de la Casa Rosada, con un retrato de Evita al fondo, que ella es la jefa
del Estado y no una «patotera». ¿Por qué será que, no sabiendo lo que significa
este término, no habiéndolo oído jamás, hemos considerado que la presidenta
hace bien en sospechar que la tomamos por tal? En fin, decididos a saber qué es
lo que niega ser la viuda Kirchner, nos adentramos por los glosarios gauchesco,
criollo, lunfardo, de jergas y modismos y damos con ello: «Observado el vocablo
desde Madrid, donde está la sede de la Real Academia Española, es relacionado
solo con Uruguay y la Argentina (
). Martín Alonso anota que patotero es, en
estos países, el joven callejero, farrista, bravucón y perdonavidas. Es el
integrante de una patota, 'pandilla de jóvenes desocupados que por antipatía o
simple pasatiempo asaltan a determinadas personas burlándose de ellas o
infiriéndoles daño». La presidenta temía al parecer ser confundida con una
patotera. Y se apresuró a asegurarnos que no lo es. Pues debemos decirle que
estamos de acuerdo con ella en que podríamos tomarla por tal. Porque todo el
adorno retórico justificante de la decisión de expropiar YPF a Repsol después
de unos meses hundiendo desde el poder la compañía es lo más parecido a una
decisión muy patota de un gobierno superpatotero. Al anunciar la presidenta
estaba acompañada por un público aparentemente devoto todo él. Allí había mucho
funcionario de este Gobierno que dirigen unos matoncillos ideologizados en
torno a su hijo Máximo pero también Axel Kiciloff. Éste es el viceministro de
economía pero manda mucho más que todos los que oficialmente están por encima
de él. Y despacha prácticamente a diario con la presidenta. Son una tropa de
jóvenes implacables, ambiciosos a más no poder y con experiencia de la
agitación política estudiantil y ya muy duchos demagogos con su retórica
peronista. En realidad, esa especie de Gobierno de jóvenes híbridos de
montoneros y ejecutivo
es lo más parecido a eso que ahora ya
conocemos por patota. Es el perfecto gobierno patota. Porque son, cuentan
aterrados todos los que han tenido trato con ellos, unos perdonavidas que se
creen capaces de todo desde el poder. Y ahora, desde un poder que aplastantemente
confirmado por la presidenta Kirchner en octubre, consideran tener patente de
corso para todas las aventuras de las que puedan sacar rédito político y por
supuesto crematístico. Porque se están forjando grandes fortunas entre los
patoteros. Pero allí, ayer en la Casa Rosada había también empresarios. Y otros
funcionarios o responsables que no forman parte de los cuadros de esta tropa de
trepadores incontrolables que entraron al poder con Nestor y con su equipo de
montoneros. Y esos argentinos formados, profesionales, que estaban allí
presentes en el triunfal anuncio de la política patotera saben muy bien que
serán los argentinos quienes paguen las consecuencias de estos atropellos. Que
ahora se dirigen contra los españoles y quién sabe contra quien mañana, cuando
necesiten otra dosis de populismo en vena ante la situación cada vez más
tenebrosa, que los números falsos, las estadísticas mentirosas y las cuentas
trucadas ya no pueden ocultar. Los argentinos educados, formados y decentes
saben que su país ha llegado otra vez a ese punto en el que busca
desesperadamente, cada cierto tiempo, automutilarse. Los españoles también
tenemos cada cierto tiempo necesidad de hacernos daño. Pero los argentinos
apenas soportan periodos breves sin hacerse un daño profundo. Parece una
pulsión fatal, siempre movida por esa angustia tóxica del peronismo que hace de
uno de los países más ricos del mundo un Estado permanentemente fallido. Del
que se alimentan tropas patoteras.
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