ABC 04.05.12
HAY personajes muy, muy poco ejemplares que generan en mí
arrebatos de admiración. En algunos me impresiona sobre todo la sangre fría y
la presencia de ánimo, los reflejos, el desparpajo y, también, es cierto, la
cara dura. Hace semanas, una mezcla de todo ello fue un alarde del saber estar
del octogenario Bernie Ecclestone, el gran pope de
la Fórmula Uno. Fue cuando le preguntaron si iba a celebrarse por fin el Gran
Premio de Bahrain, pese a los graves disturbios y las denuncias de bárbaras
violaciones de derechos humanos. Bernie miró al periodista con cara de
estupefacción. Su jovial respuesta, algo así como un «por supuesto, cómo se le
ha podido ocurrir a nadie otra cosa», desarmaba a cualquiera. De hecho, después
de oírlo uno se sorprendía a sí mismo pensando «¿Cómo he podido, so imbécil,
llegar a pensar en otra cosa». Así son las cosas. ¿Qué tendrá que ver que se
torture a cien chiíes en un calabozo en Bahrain con que cientos de millones de
humanos disfruten con una maravillosa carrera que no sólo es un suculento
negocio para unos pocos sino medio de vida para muchos? Esto ya no lo dice
Bernie. Lo pregunto yo.
En Bahrain se seguiría torturando aunque el viejo Ecclestone
sufriera una transmutación extrañísima y decidiera, por amor a unos improbables
derechos humanos, abandonar aquel negocio y dejar que las dunas del desierto
devoraran el circuito. Todos disfrutan en un buen cóctel o un reparto de
regalos, aunque quien pague, con o sin diamantes, sea un caníbal. Véase a los
españoles que hacen negocios en Cuba. ¿Vivirían aun muchos de los asesinados en
las cárceles del castrismo si el régimen hubiera tenido menos socios? Nada nos
hace pensar que Castro hubiera matado menos, torturado menos, generado menos
dolor y miseria por el mero hecho de tener menos negocios con españoles y gozar
de menos complicidad bien pagada de ciertos periodistas españoles. Por lo demás
ahí está China, donde se ejecuta más, se tortura más, se persigue más, se
corrompe más. Y allí todos son Bernie. Lo fueron en los Juegos Olímpicos. Hasta
los que creen una monstruosidad que Ecclestone vaya a Bahrain consideran
impecables sus negocios en China. Arguyen que renunciar a los negocios sólo
crearía paro, menester y sufrimiento. Y no evitarían ni una ejecución en China.
No ahorrarían ni una bala en una nuca.
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