jueves, 12 de febrero de 2015

COMENZÓ LA CUENTA ATRÁS

Por HERMANN TERTSCH
ABC  03.02.11


Estamos en un proceso de la «caída del muro» de los despotismos caudillistas que gobernaron el mundo árabe

El viernes será el día de la partida, si Mubarak no quiere que haya más derramamiento de sangre». Puede que estas palabras del premio Nobel El Baradei sean fruto más del deseo que del análisis. Pero los cientos de miles de cairotas concentrados en la céntrica plaza de Tahrir y millones de egipcios movilizados en todo el país comparten esa esperanza, que no se verá frustrada por el anuncio de Mubarak de que pretende mantenerse en el poder hasta las próximas elecciones. Es previsible que este anuncio dispare la tensión de inmediato.

La comunidad internacional, con Washington a la cabeza, parece ponerse también un plazo de tiempo para evitar que la resistencia de Mubarak a dejar el cargo dinamite las posibilidades de la transición pacífica y extienda la oleada de desestabilización más allá de Egipto. Porque ayer volvió a demostrarse que la revuelta democrática árabe se extiende imparable por toda la región. Ayer el Rey Abdalá de Jordania tuvo que recurrir a la ya manida maniobra de cesar a todo su Gobierno para intentar ponerse a la cabeza del movimiento a favor de las reformas democratizadoras que podrían también poner en peligro su monarquía. En Sudán, vecino meridional y hermano histórico de Egipto, se extienden las manifestaciones como también en el Yemen. Los regímenes de Marruecos y Argelia observan con agustia los acontecimientos. El implacable régimen teocrático de Arabia Saudí pide que se aplaste la voluntad popular en Egipto, mientras otro régimen, igual de implacable y además terrorista como el iraní, busca la oportunidad del secuestro de la voluntad egipcia por el islamismo. Estamos ya inmersos en un proceso de la «caída del muro» de los despotismos caudillistas que han gobernado el mundo árabe desde la descolonización. A nadie se le puede escapar la trascendencia del momento. Ni la evidencia de que, como sucedió en Europa oriental, podemos enfrentarnos a un futuro objetivamente mejor si bien pleno de dificultades, pero también nos puede arrollar un cataclismo de terribles consecuencias para la seguridad, la estabilidad y el bienestar del mundo entero. En estos días se dirimen cuestiones de muchísima mayor gravedad que el régimen que habrá de gobernar a los egipcios.

En la embajada norteamericana en El Cairo estaba ayer un personaje que puede ser el negociador clave para desbloquear la situación y convencer a Mubarak de que tiene una salida dignificada para abandonar la presidencia y el país. Se trata de Frank Wisner, ex embajador norteamericano en Egipto, amigo personal de Mubarak. El presidente Barack Obama lo envió el lunes.

¿La hora de los coroneles?
Allí, en una embajada ahora atrincherada tras vigas de hormigón, sacos terreros, decenas de carros de combate M1A1 de fabricación norteamericana y cientos de soldados, Wisner desarrolla sus contactos con Mubarak y la cúpula militar. Que está centrada ya en la salida cuanto antes del presidente. En esa tarea ha de incluirse la labor de convicción hacia otros viejos generales, en su mayoría coetáneos del octogenario Mubarak. Porque se refuerza la impresión de que la obstinación de Mubarak y su núcleo duro podría haber creado ya las primeras fisuras en el poderosísimo ejército. Y que se han producido los primeros actos de resistencias contra la estrategia de Mubarak de generar caos con la ayuda de la policía para inducir una reacción social de miedo al cambio. Éste es la columna vertebral del estado y goza aún de toda la confianza del pueblo. Ésta podría quebrarse con cualquier maniobra desesperada o poco calculada que desembocara en un enfrentamiento con los manifestantes. Y Egipto perdería así a su único arbitro imprescindible para la transición y la única fuerza capaz de mantener el orden en el país.

Pero también es posible que haya llegado de nuevo la hora de los coroneles -coronel era Nasser, padre de la patria, cuando se hizo con el poder en 1956-. La apuesta occiddental, en especial de Washington pasa por mantener intacto un ejercito cuyos mandos tienen todos estrechos y fluidos contactos con EE.UU. Es el único garante para un futuro de Egipto en paz.

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