sábado, 14 de febrero de 2015

CON QUISLING Y PETAIN

Por HERMANN TERTSCH
ABC Martes, 18.10.11


«LA Conferencia Internacional pide a ETA el cese definitivo de la violencia y al Gobierno que negocie». Este es el titular que al parecer resume lo habido ayer en San Sebastián bajo la presidencia de unos mediadores internacionales no llegados para mediar nada, sino para dar visibilidad a la operación. Por supuesto bien pagados. Tenemos la convicción de saber por quién. Hasta los más ilusos saben que llegaron con el beneplácito de nuestro Gobierno. A lo que asistimos es al comienzo de la segunda fase de una lucha, la del terrorismo de ETA, erigido definitivamente en vanguardia del nacionalismo, por desgajar al País Vasco y a Navarra de España. Una segunda fase a la que, hace tan sólo ocho años, una mayoría de los etarras pensaba que no llegaríamos jamás. A la que nacionalistas democráticos hubieran renunciado en una Europa abierta y sin fronteras. Ahora, ya no sólo los nacionalistas, toda la izquierda, parece decidida a cabalgar ese tigre. Y en la que estamos ya hoy por la irrupción en la historia de España de un personaje como el presidente del Gobierno Rodríguez Zapatero. A él personalmente le debemos esta situación. A él le debemos que el Partido Socialista se embarcara en una operación que, con el objetivo de acabar con la alternancia política en España, ha supuesto la colaboración sistemática de nuestro Gobierno con la banda terrorista para subvertir la Constitución. La traición que supone a la Constitución que este hombre juró defender entrará en los anales de la infamia con nombres como Quisling o Petain. Aliado con los nazis contra la patria.

Probablemente en su partido la mayoría no fue consciente del peligro que suponían los planes insensatos del secretario general y después presidente del Gobierno para «superar» la democracia emanada de la transición y «elevar» la calidad democrática hasta un régimen progresista en el que quedarán «liberados de sus cadenas constitucionales» los pueblos del «Estado español». La nación no sólo era discutida y discutible, la nación era una rémora para la redefinición del régimen en España. Y para la superación de la actual Constitución, resultado al fin y al cabo de una negociación en situación especialísima con interferencias militares, tal como reza la letanía que escuchamos siempre de la ultraizquierda y de la propia ETA. Sin saber muchos que esa era la doctrina del presidente del Gobierno y la que se dispuso a imponer tras llegar en marzo del 2004 al poder.

Zapatero se va porque le echarán estas próximas elecciones. Pero no por sus operaciones infames en contra de nuestra Constitución y su conspiración continuada con los enemigos del Estado. Se va por la crisis económica, que dejó en evidencia su incompetencia enciclopédica y universal. Si no llegamos a tener una crisis económica que él agravó brutalmente con su política de ocultación y mentiras, quizá Zapatero aún se estaba batiendo hoy por un tercer mandato. Y en caso de haberlo obtenido, éste habría supuesto sin duda el fin de nuestro orden constitucional y la creación de un régimen sin alternancia de la izquierda radical que Zapatero —sí, ese lacayo de los mercados— representa y los regímenes independientes en Cataluña, País Vasco y Galicia. Y vayan ustedes a saber qué más nos habría deparado la historia. Dice bien Jaime Mayor Oreja que todo esto era un plan a largo plazo. Y hemos concluido la primera fase. Ya estamos donde querían ETA y Zapatero. En su particular Conferencia. Con España en un lado y ETA en el otro. Como iguales. Con una llamada a negociar. En el abismo político y moral más profundo de nuestra patria desde la Guerra Civil.

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