ABC Martes, 18.10.11
«LA Conferencia Internacional pide a ETA el cese definitivo
de la violencia y al Gobierno que negocie». Este es el titular que al parecer
resume lo habido ayer en San Sebastián bajo la presidencia de unos mediadores
internacionales no llegados para mediar nada, sino para dar visibilidad a la
operación. Por supuesto bien pagados. Tenemos la convicción de saber por quién.
Hasta los más ilusos saben que llegaron con el beneplácito de nuestro Gobierno.
A lo que asistimos es al comienzo de la segunda fase de una lucha, la del
terrorismo de ETA, erigido definitivamente en vanguardia del nacionalismo, por
desgajar al País Vasco y a Navarra de España. Una segunda fase a la que, hace
tan sólo ocho años, una mayoría de los etarras pensaba que no llegaríamos
jamás. A la que nacionalistas democráticos hubieran renunciado en una Europa
abierta y sin fronteras. Ahora, ya no sólo los nacionalistas, toda la
izquierda, parece decidida a cabalgar ese tigre. Y en la que estamos ya hoy por
la irrupción en la historia de España de un personaje como el presidente del
Gobierno Rodríguez Zapatero. A él personalmente le debemos esta situación. A él
le debemos que el Partido Socialista se embarcara en una operación que, con el
objetivo de acabar con la alternancia política en España, ha supuesto la
colaboración sistemática de nuestro Gobierno con la banda terrorista para
subvertir la Constitución. La traición que supone a la Constitución que este
hombre juró defender entrará en los anales de la infamia con nombres como
Quisling o Petain. Aliado con los nazis contra la patria.
Probablemente en su partido la mayoría no fue consciente del
peligro que suponían los planes insensatos del secretario general y después
presidente del Gobierno para «superar» la democracia emanada de la transición y
«elevar» la calidad democrática hasta un régimen progresista en el que quedarán
«liberados de sus cadenas constitucionales» los pueblos del «Estado español».
La nación no sólo era discutida y discutible, la nación era una rémora para la
redefinición del régimen en España. Y para la superación de la actual
Constitución, resultado al fin y al cabo de una negociación en situación
especialísima con interferencias militares, tal como reza la letanía que
escuchamos siempre de la ultraizquierda y de la propia ETA. Sin saber muchos
que esa era la doctrina del presidente del Gobierno y la que se dispuso a
imponer tras llegar en marzo del 2004 al poder.
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