ABC 18.02.12
Por fin se acabó el absurdo.
Por fin vio Christian Wulff lo que veían todos menos él. Que su situación como
presidente de la República era insostenible. Pena que no lo viera antes. Habría
sido digna la salida. Y habría causado menos daño. A la institución que
representaba. Y a la siguiente, a la cancillería, donde Angela Merkel ha tenido
tiempo de lamentar haberle promocionado a la jefatura del Estado. Y todo ahora.
Como si, en plena vorágine de la crisis europea, no tuviera Merkel otra cosa
que hacer que barrer la loza rota por este hombre. Torpe al defenderse de
acusaciones de favores recibidos, no graves, pero agrandados por la ocultación,
la contradicción y finalmente el desplome de su credibilidad. Es un pequeño
desastre lo sucedido para la institución. Porque el antecesor de Wulff, Köhler
también dimitió, por otra causa. En Alemania ha habido tradición de dimitir con
dignidad. El ejemplo supremo fue Willy Brandt. Lo hizo porque la RDA había
logrado colocarle a un espía de secretario. Sin culpa, no lo dudó un instante.
Ahora habrá que buscar rápidamente un candidato. Pero ha de ser de consenso.
Después de lo sucedido ha de tener apoyo general de la Asamblea federal, las
dos cámaras. Suenan buenos nombres. Veremos quién es llamado a corregir este
roto absurdo.
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