jueves, 19 de febrero de 2015

ODIOS EUROPEOS

Por HERMANN TERTSCH
  ABC  17.02.12


¿CÓMO se atreven? Con ira ya no controlada se preguntaba en voz alta el presidente de Grecia, Karolos Papoulias, que cómo se podían atrever los alemanes y otros europeos a humillar a Grecia. Cómo podían poner en duda su honorabilidad y su seriedad. Y, muy especialmente, se preguntaba cómo podía hacerlo el ministro de Hacienda alemán, Wolfgang Schäuble. Papoulias estaba sinceramente dolido, cuando hacía esta pregunta retórica ante la plana mayor del ejército griego. La afrenta era profunda. Y el jefe del Estado griego no es un ignorante fácilmente manipulable por la demagogia nacionalista que surge como reacción al hundimiento de la autoestima en la sociedad griega. Papoulias como adolescente ayudó a la resistencia contra el invasor nazi y presenció innumerables atrocidades de las tropas alemanas. Pero nunca habló de rencor. Y siempre de amistad. Porque el jefe del Estado griego conoció después otra Alemania muy distinta. La democrática y hospitalaria que le dio asilo durante la dictadura de los coroneles en Grecia y le permitió estudiar en sus universidades. Conoce bien la Alemania moderna con vínculos muy estrechos con Grecia, por la inmigración, por el comercio, por el turismo. Y habla muy bien Papoulias el alemán, como tantos otros griegos cultos. El presidente es la cara amable e ilustrada que sabe bien las culpas de sus compatriotas en esta crisis. Y al que no puede extrañar cierta manifestación de hastío por parte del ministro de Hacienda alemán, que lleva años ahora intentando evitar que se hunda Grecia, y se desayuna todos los días con un nuevo retraso, una nueva añagaza, una reserva, una salvedad sobre lo acordado. Schäuble sólo había dicho que habrían sido preferibles unas elecciones griegas dentro de un año, porque nadie se podía fiar de que un nuevo parlamento, después de unos comicios en abril, cumpliera sus compromisos. Pero si el dolor de Papoulias es sincero, la agitación general de un nacionalismo primitivo y virulentamente antialemán que utilizan los políticos griegos es sólo un recurso felón de los principales culpables de la situación. Es el escudo falsamente patriótico de una casta envilecida que intenta mantener a toda costa ese contrato social con una sociedad maleada y entrampada. Los políticos griegos han demostrado ser unos maniobreros balcánicos. Ahora, con el estallido de la prolongadísima estafa, los políticos griegos están demostrando que todas estas décadas en el selecto club de las democracias desarrolladas no han logrado alejarlos mucho de la tradicional política de la agitación y el odio de la región de los Balcanes. Y que sus llamamientos al error colectivo y a la obstinación en la negación de la realidad son los propios de caudillos en Serbia, Albania o Bosnia. Desprecio ha habido por muchas partes en esta Europa de la angustia por la supervivencia, de las nuevas envidias y los viejos rencores y odios. Pero también es cierto que si la prensa sensacionalista alemana dice alguna barbaridad a «la patria de la vagancia» recomendando «venda sus islas» o «subaste la Acrópolis», los políticos alemanes han insistido siempre en el respeto y la mesura. Mientras los políticos griegos se han lanzado a la orgía del odio anti alemán compitiendo con la peor prensa. Las imágenes que llegan a Alemania de banderas alemanas ardiendo, caricaturas de Merkel con uniforme de las SS y otras lindezas, no aumentarán precisamente la disposición alemana a la solidaridad. El odio primitivo está ganando la partida a los lazos europeos que encarna como pocos en Grecia el presidente Papoulias. La Unión se forjó después de dos grandes guerras para hacer imposible el odio. No dejemos que se utilice de nuevo el odio para enfrentarnos y tapar así responsabilidades y fracasos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario