ABC 16.10.12
El gozo en el daño al prójimo surge de ese odio que los
desenterradores han reactivado en toda España
NO deja de sorprender en tanta gente joven. Porque se supone
que no han tenido tiempo que cargarse de amargura. Sería más lógica en gente
con todo su bagaje de frustraciones, derrotas y traiciones de una vida. Pero no
hay gente mayor con tanta necesidad de expresarla, de difundirla y disfrutarla.
Me refiero a la vileza. Llámenlo infamia o también miseria o simplemente
maldad. Fenómeno omnipresente es que gente joven hoy la expresa con impudicia
disfrutona. Sin la menor mala conciencia. Se encuentre por todas partes, pero
sobre todo en los medios y, más que en ninguno, en la red. Sin duda el
anonimato anima a la osadía, a la trasgresión y sobre todo a la agresión. Ahí
en la penumbra del anonimato en las redes sociales muchos se sienten en casa
como los miembros de la horda que asalta a una víctima inerme. Es decir,
fuertes, implacables, impunes y procazmente crueles. Ahí esos jóvenes pueden
insultar en esa gran fiesta que es la demostración de la alegría por la
desgracia del prójimo. Sin que les reporte a ellos otro beneficio que esa
satisfacción del conocimiento del mal ajeno y su celebración. No les voy a
hablar de los muchos miles de mensajes que yo he recibido en estos pasados años
expresando su alegría por la agresión de que fui objeto. Con constantes deseos
de que me vuelvan a pegar y me rompan esta vez más huesos que las tres
costillas. No son dos o tres descerebrados, ni de cien ni de mil. Es un
fenómeno social. Y tienen su alimento en programas de televisión y discursos
del odio. Gente que presume de pedir la muerte de alguien que no les gusta o
que enfermen políticos que no les placen. Pero vamos a un caso muy concreto,
surgido de nuevo ayer. ¿Hay alguien que se beneficia en España de la tragedia
que sufre en estos momentos Ángel Carromero? ¿Hay alguien que coseche algún
bien del infierno que está viviendo este joven desde que un incidente, en
absoluto aclarado, costara la muerte a dos disidentes que iban en el coche como
amigos de Carromero? Y por supuesto como enemigos de un régimen que a Oswaldo
Payá, uno de los fallecidos, lo había acosado y agredido en numerosas
ocasiones. Y que ha matado disidentes -porque ha querido o porque se le ha ido
la mano-, una y otra vez. Pues podría creerse que son legión los beneficiados
por esta tragedia si se leen los mensajes de alegría y empacho de satisfacción
que llenaron ayer las redes en cuanto se supo que había sido condenado a cuatro
años de prisión en las mazmorras de la dictadura cubana.
Después de un juicio farsa, no porque fuera contra
Carromero, sino porque todos los juicios en Cuba son una farsa, sean contra el
general Ochoa o contra unos raperos de La Habana. Como todos los juicios bajo
Stalin o Hitler eran una farsa con Vishisnki o Freisler. Cuánta basura se ha
vertido aquí contra Carromero para darle una legitimidad a un juicio que no
puede tenerla. Hasta los puntos que había perdido en el carnet en España,
pérdida que no se había consumado cuando conducía en La Habana. Como si multas
de aparcamiento en Madrid reforzaran la posición de quienes en La Habana
gestionan la culpabilidad de Carromero como un instrumento de chantaje al
Gobierno de España. La falta de piedad y solidaridad con los cubanos puede ser
puro egoísmo. Pero el gozo en el daño al prójimo surge de ese odio que los
desenterradores han reactivado en toda España y que nuevas camadas promueven
hacia cotas tristemente conocidas.
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