Por HERMANN TERTSCH
ABC Martes, 20.09.11
Dañar a
Israel no es ayudar a los palestinos. Que Israel estará más aislado, sí. Pero
los palestinos siguen como están
Cualquier
ser pensante tiene un problema intelectual con nuestro axioma democrático de
que todos los votos valen lo mismo. El de una eminencia moral como el del peor
rufián, el de un sabio como el de un patán, el de un erudito o un analfabeto.
Todos sabemos que, más que una injusticia, es una permanente disfunción. Y es
evidente y está probado que supone un peligro permanente. Lo superamos con
recetas más o menos explicadas con aquel dicho atribuido a Winston Churchill de
que la democracia es el peor de los sistemas, exceptuando a todos los demás.
Porque todos los demás, y esto también es un conocimiento empírico, generan
tarde o temprano catástrofes, injusticias y barbaridades mayores. Pero no hay
que perder de vista su fragilidad racional. Que puede generar el disparate. Por
eso, tienen las democracias mecanismos correctores. Para evitar calamidades
democráticas. Como hemos visto tantas veces en la ONU, tan dada a mayorías nada
razonables. Todos los años en septiembre asistimos a algún espectáculo
excéntrico con motivo de la apertura de la Asamblea General. Una vez era un
líder soviético preocupado por las reservas de los indios norteamericanos,
otras Gadafi dando lecciones de humanismo, un Mugabe devoto de los derechos
humanos o un Bokassa en demanda del reparto equitativo de la riqueza. O a
Castro de adalid de la libertad. Este año, el espectáculo será menos gracioso,
pero no menos inútil y probablemente más perjudicial para todos. El líder de la
Autoridad Palestina, Mahmud Abbas, ve como su tiempo se acaba y la situación en
los territorios ocupados está estancada. Su debilidad, no sólo en Gaza frente a
los terroristas de Hamás, y la falta de voluntad del Gobierno de Israel han
hecho pasar los años sin avances. Ahora, con rápidos cambios en el mundo árabe
y la pérdida de aliados por parte de Israel, se ve tentado de buscar una salida
–o una huida hacia delante-. Y así se ha empeñado en acudir a pedir el
reconocimiento oficial del Estado Palestino como miembro 193 de la
Organización. Sin negociación previa con Israel. A ello le han animado todos
esos países árabes que siempre han demostrado ser muy entusiastas amigos de los
palestinos cuando se trata de hostigar a Israel, pero única y exclusivamente
para eso. De inmediato se han adherido a la iniciativa todos los que desde el
radicalismo islamista, izquierdista y el nuevo/viejo antiimperialismo desean
fervientemente acabar con el Estado de Israel y convertirlo en un paréntesis en
la historia. Después se han unido otros por diversos motivos. La antipatía que
genera el Gobierno de Netanyahu ha ayudado mucho. Los europeos han estado, como
viene siendo habitual, divididos. Alemania dijo ya, con EE.UU., que votaría en
contra porque la medida no ayuda a los palestinos en nada y tensa la situación
en la región. España, con el habitual estilo progresista faldicorto del
Gobierno Zapatero, dice que votará a favor del disparate. Ganará sin duda la
votación en la Asamblea. Abrumadoramente. E irá al Consejo de Seguridad. Y se
topará con el veto americano anunciado. Y eso fue todo. La democracia inútil,
tóxica y necia en su peor expresión quedará en nada. Peor que en nada. Se
vuelve a ver que dañar a Israel no es ayudar a los palestinos. Que Israel
estará más aislado, sí. Pero los palestinos siguen como están. En Israel habrá
voces que pidan represalias. Y la tensión en los territorios está asegurada.
Con suerte para algunos, habrá muertos. Sólo las negociaciones pueden llevar a
la creación real del Estado palestino. Y esas no pueden basarse en la premisa
tan simple y falaz de que Israel es culpable.
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