sábado, 14 de febrero de 2015

FACHA RACISTA CONFESO

Por HERMANN TERTSCH
ABC Viernes, 23.09.11


Echa chispas mi ordenador, pese a estar curtido en insultos, por el fuego artillero de injurias que llegan por el twitter

¡Cómo se me han puesto los chicos de la conciencia impoluta, de la corrección política! Los implacables guardianes de la bondad incuestionable, del axioma del sentimiento progresista. Echa chispas mi ordenador, pese a estar bien curtido en insultos, por el fuego artillero de improperios e injurias que llegaban por el twitter. No, no teman. No había dicho que Franco construyó algún pantano. Ni que Mussolini hizo carreteras. No me metí con Stalin, ni con Largo Caballero, ni con Carrillo o el muy leal Companys. Ni dije que Castro ha hecho sufrir más a los cubanos que Pinochet a los chilenos. Ni puse en duda la santa laicidad de Allende ni el humanismo del Che. Miren, ni siquiera elogié a Aznar. Pues me cayó tremenda encima la ira de nuestros vigilantes de la opinión impecable. ¿Por qué? Se lo explico. Acababa de leer compungido las informaciones sobre la ejecución de Troy Davis, un reo condenado a muerte en Georgia por la muerte de un policía. Todos los detalles son estremecedores. En el corredor de la muerte desde 1991, en estos veinte años su ejecución ha sido anunciada y suspendida en tres ocasiones. Siete de los diez testigos que le reconocieron se han desdicho. Nunca se encontró el arma homicida. Ni se aportaron pruebas de ADN, en tantos casos decisivas para demostrar la inocencia de reos injustamente condenados. La duda razonable en este caso adquiere un peso abrumador en los informes periodísticos. En todos se hacía mención a la condición de negro y pobre del condenado. Y al hecho de que el joven policía Mark MacPhail de 22 años era blanco. En Georgia, con su tradición secesionista. El condenado Davis ha negado hasta el final ser culpable de la muerte de la joven víctima. Y parece incomprensible la certeza de los jueces, al final del Supremo, que no reabrieron el caso.

Cuando concluí la muy extensa información del New York Times me fije en las noticias relacionadas. Entre ellas, un pequeño titular: “Supremacista blanco ejecutado en Tejas”. Resulta que horas antes de morir Davis, había sido ejecutado en Huntsville, Tejas, Lawrence Russell Brewer, de 44 años. El reo estaba condenado por un terrible crimen racista por el que otro cómplice aguarda también en el corredor de la muerte. Un tercero cumple cadena perpetua sin remisión. Brewer y sus dos amigos, miembros de un oscuro grupo racista cercano al Ku-Klux Klan, sorprendieron a James Byrd, un hombre negro, cuando andaba junto a una carretera tejana un domingo de 1998. Le pegaron una paliza, lo ataron con una cadena a su furgoneta y lo arrastraron más de tres millas. A la mañana siguiente, unos conductores encontraron un amasijo de carne que en principio creyeron era un pedazo de ciervo atropellado y arrastrado por algún camión. Era el torso de Byrd, cuya cabeza fue encontrada a alguna milla de allí. Brewer y sus cómplices fueron todos condenados a muerte. No quiso hacer declaración alguna antes de morir, también por inyección letal como Davis, se produjo. La familia de Byrd aplaudió y agradeció ayer la ejecución de Brewer como acto de justicia. La hermana de la víctima se declaró confortada porque “estamos avanzando”. Como ven, estamos hablando de dos casos muy distintos. En el caso de Davis se puede protestar aunque se sea partidario de la pena de muerte. Porque está en duda su culpabilidad. Pero si estamos en contra de la pena de muerte, debería protestarse igual la del hijo de puta, facha y racista de Brewer. Que es precisamente lo más suave que me llaman a mí. ¿Tan seguros están mis progres que están en contra?

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