ABC 24.09.11
El guión no varió ayer finalmente. El presidente de la
Autoridad Palestina, Mahmoud Abbas, pidió finalmente el reconocimiento pleno
del Estado palestino entre aplausos entusiastas. El primer ministro de Israel,
Benjamin Netanyahu, exigió antes un acuerdo de paz porque el Estado judío no
puede jugar con su seguridad, con su existencia. Los que aplaudieron a Abbas
eran muchos y diversos. Eran por supuesto quienes buscan la destrucción de
Israel a corto o medio plazo. Pero sobre todo eran los que exigen a Israel que
haga concesiones en su seguridad a la espera de buena voluntad. Y Netanyahu,
muy discutido en su país por muchos motivos, sin duda contaba con el apoyo
masivo nacional cuando recordó los resultados de anteriores concesiones, en
Líbano o sobre todo en Gaza. Que no debilitaron a los radicales enemigos de
Israel como pretendían y vuelven a pretender los bienpensantes, sino los
fortalecieron hasta devorar a los moderados. Unos con buenas intenciones y
otros con muy malas le han pedido a Israel que juegue con fuego. Le aseguran
que no se quemará y que si se quema llegará alguno con las tiritas. Israel ha
respondido en un foro repleto de enemigos que de quemarse en ese juego, quienes
ofrecen tiritas tendrían que llevar un ataúd para el pueblo israelí. Israel y
su existencia no pueden depender de la buena voluntad de otros. Y menos de las
de una frágil autoridad palestina que como pasó en Gaza puede ser liquidada por
los enemigos de un día para otro. Abbas reiteró la larga serie de agravios
históricos de los palestinos. Y con el veto norteamericano, los palestinos
añaden uno más a su inmensa lista, gracias a esta iniciativa alimentada por
quienes nada se juegan. Los que acosan a quién se juega la vida exigiéndole que
juegue con alegría. Va a ser que no.
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