jueves, 19 de febrero de 2015

DOS BUENAS NUEVAS

Por HERMANN TERTSCH
  ABC  10.02.12


POR unanimidad. Los magistrados de la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo no han tenido diferencias a la hora de establecer la culpabilidad. Ni al parecer duda alguna sobre su alcance y gravedad, dada la contundencia con la que expresan en la sentencia su condena a la violación consumada y prolongada de los derechos de defensa más elementales de la que considera autor culpable a Baltasar Garzón. No vamos a intentar explicar aquí lo que tan bien explican los magistrados del Supremo en su veredicto de culpabilidad. Pero sí vamos a constatar que la condena al juez Garzón es una buena noticia para la seguridad jurídica de todos los españoles. Ya nunca tendrá que temer un español que vicisitudes de la vida lo hagan caer en manos de un juez Garzón. Ya no podrá darse ninguna situación en la que este hombre tenga poder sobre la vida, la libertad y la hacienda de nadie. Que sus excusas más que defensa en el caso de las escuchas eran inaceptable se antojaba evidente hasta para los más legos. Porque la violación del derecho era incontestable. Que pese a ello ayer se incendiaran en sacrosanta indignación los medios de la izquierda española no debe sorprender a nadie. Ni que llamaran a su particular yihad de insultos esas muy diversas asociaciones que significativamente son tan amistosas con Garzón como hostiles al Estado de Derecho y la democracia liberal. Todos esos defensores de los regímenes de Cuba y Corea del Norte que exigen que también aquí las leyes han de someterse al dictado de una ideología y unas (bellísimas) intenciones, que son por supuesto las suyas. Si esas buenas intenciones del mundo feliz de la izquierda justifican hasta los peores crímenes y abusos en dictaduras, cómo no iban a justificar que Garzón ignore un poquitín las leyes aquí en España a ver si hunde a los corruptos de la derecha. Ahí están las buenas intenciones que atribuyen al juez Garzón sin que éste se haya distanciado de dichas posiciones montaraces, antidemocráticas y de  desacato delirante. Ni haya desmentido su identificación con esta tropa de hooligans que reclaman su impunidad. Sabía que ahora le sería difícil escapar. Pero es precisamente esta identificación total de Garzón con la peor izquierda de este país la que me lleva a decirles que no tenemos una buena noticia, sino dos. La primera es la evidente, que Garzón nunca podrá volver a juzgar a nadie. La segunda es que la izquierda se topa de bruces con la certeza de que han fracasado sus intentos de situarse definitivamente por encima de las leyes.

Ese pulso con el Estado de Derecho de una izquierda que se arroga la hegemonía moral absoluta comenzó con los aires de revanchismo y revisionismo que trajo el zapaterismo. La ofensiva para dinamitar la Constitución comenzó ya antes de que Zapatero llegara al poder en aquellos luctuosos días de marzo de 2004. Y se ha mantenido con las más perversas alianzas a lo largo de este tiempo. Garzón ha sido pieza clave en todo ello. Ahora tras la catástrofe electoral del proyecto zapaterista y con el PSOE en plena confusión, la izquierda radical ha echado este pulso a la Justicia y al Estado de Derecho. Para salvar así a su protomártir han intentado hasta proyectar la excepcionalidad de la guerra civil hasta el Tribunal Supremo. No lo han logrado. Quienes quieren a Garzón como su nuevo caudillo bolivariano carpetovetónico ahí lo tienen. Eso sí, ya tendrá que hacer política y recaudar fondos como los demás políticos. No parapetado tras la toga y con el poder de sembrar el miedo.

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