ABC 10.02.12
POR unanimidad. Los magistrados de la Sala de lo Penal del
Tribunal Supremo no han tenido diferencias a la hora de establecer la
culpabilidad. Ni al parecer duda alguna sobre su alcance y gravedad, dada la
contundencia con la que expresan en la sentencia su condena a la violación
consumada y prolongada de los derechos de defensa más elementales de la que
considera autor culpable a Baltasar Garzón. No vamos a intentar explicar aquí
lo que tan bien explican los magistrados del Supremo en su veredicto de culpabilidad.
Pero sí vamos a constatar que la condena al juez Garzón es una buena noticia
para la seguridad jurídica de todos los españoles. Ya nunca tendrá que temer un
español que vicisitudes de la vida lo hagan caer en manos de un juez Garzón. Ya
no podrá darse ninguna situación en la que este hombre tenga poder sobre la
vida, la libertad y la hacienda de nadie. Que sus excusas más que defensa en el
caso de las escuchas eran inaceptable se antojaba evidente hasta para los más
legos. Porque la violación del derecho era incontestable. Que pese a ello ayer
se incendiaran en sacrosanta indignación los medios de la izquierda española no
debe sorprender a nadie. Ni que llamaran a su particular yihad
de insultos esas muy diversas asociaciones que significativamente son tan
amistosas con Garzón como hostiles al Estado de Derecho y la democracia
liberal. Todos esos defensores de los regímenes de Cuba y Corea del Norte que
exigen que también aquí las leyes han de someterse al dictado de una ideología
y unas (bellísimas) intenciones, que son por supuesto las suyas. Si esas buenas
intenciones del mundo feliz de la izquierda justifican hasta los peores
crímenes y abusos en dictaduras, cómo no iban a justificar que Garzón ignore un
poquitín las leyes aquí en España a ver si hunde a los corruptos de la derecha.
Ahí están las buenas intenciones que atribuyen al juez Garzón sin que éste se
haya distanciado de dichas posiciones montaraces, antidemocráticas y de
desacato delirante. Ni haya desmentido
su identificación con esta tropa de hooligans que reclaman su impunidad. Sabía
que ahora le sería difícil escapar. Pero es precisamente esta identificación
total de Garzón con la peor izquierda de este país la que me lleva a decirles
que no tenemos una buena noticia, sino dos. La primera es la evidente, que
Garzón nunca podrá volver a juzgar a nadie. La segunda es que la izquierda se
topa de bruces con la certeza de que han fracasado sus intentos de situarse
definitivamente por encima de las leyes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario