jueves, 12 de febrero de 2015

EL APARATO CIVIL DE LA DICTADURA VUELVE AL TRABAJO

Por HERMANN TERTSCH
ABC  03.02.11


Por la ciudad grupos de civiles repartían folios en inglés en los que se leía “I love Mubarak”


De madrugada sonaban disparos en las inmediaciones de la plaza Tharir. Junto al hotel Kempinski, en la señorial Cornisa del Nilo, solo queda un blindado del ejército con su dotación. Todos los demás vehículos militares, incluidos los dos tanques Abrams M1 que habían pasado allí las noches anteriores, han desaparecido a primera hora de la mañana. Por la calle apenas gente. El grupo de vecinos que defiende su portal y el tramo de una callejuela ante la amenaza de pillajes, siguen sentados junto a una pequeña hoguera. Aún son los mismos. Pronto los reemplazan vecinos. Ahora por la mañana no se sabe si están sorprendentemente tranquilos o es puro agotamiento lo que les hace hablar y gesticular con lentitud.

A 300 metros se escuchan gritos. Sí aquí hay dos grupos pequeños de partidarios de Mubarak y manifestantes prodemocracia que siguen tirándose piedras y hierros, casi veinte horas después de comenzados los disturbios.

Fue en torno a la una del mediodía cuando varias manifestaciones a favor de Mubarak y de “la estabilidad de Egipto” llegaron a la Plaza Tahrir, donde están concentrados desde el pasado sábado los egipcios que exigen la inmediata dimisión del presidente como paso previo a todas las medidas para una transición democrática. Desde entonces se han producido al menos 13 muertos y 1.500 heridos. Que se dice pronto. En ciertos ángulos de la plaza da la impresión de que casi todo el mundo lleva una venda en la cabeza, de tal calibre fue la lluvia de piedras –piedras grandes, baldosas de más de un palmo y adoquines enteros o partidos-. Los manifestantes en contra de Mubarak habían estado celebrando una fiesta desde el martes, con llamamientos a la tolerancia, recitales de poemas y canciones.

Hoy la plaza parece una zona de guerra, con plásticos, hogueras, planchas de metal para protegerse, mucha basura y una especie de hospital de campaña junto a la parte oriental de la plaza al que llegan sin cesar heridos alcanzados por las piedras o asaltados en la calle por grupos de manifestantes pro Mubarak.

Los que siguen atacando a los manifestantes a favor de la democracia son ya casi en su totalidad jóvenes del lumpen y miembros inferiores del aparato del partido del presidente, en parte dirigidos por otros con aspecto más preparado fácilmente identificables como policía de paisano.

Después de lo sucedido en estas pasadas veinticuatro horas nadie sabe realmente qué pasos va a poder dar nadie. Al régimen ya nadie le cree las hermosas palabras de Mubarak que sólo su preocupación por todos los egipcios se obligaba a mantenerse en la presidencia y terminar el mandato para encauzar la transición. Quien es capaz de desplegar semejante violencia contra su pueblo no puede esperar ya credibilidad alguna.

La oposición está acorralada y ve como cierta la decisión del régimen de erradicarla de las calles. Una vez recuperado el control de la calle por Mubarak, lo que aún no es un hecho, podrían comenzar toda una operación de intimidación y castigo, según temen muchos. El miedo a una operación masiva con policía y todas las fuerzas represivas está en marcha.

El miércoles se acabó la fiesta. Pronto por la mañana ese día pude comprobar en varios barrios que recorrí con un joven conductor llamado Yussuf que, tras siete días desaparecido, el aparato civil de la dictadura se había puesto en marcha. En numerosos puntos de la ciudad se concentraban grupos de civiles que repartían los mismos panfletos fotocopiados, repartían pancartas con el rostro del presidente y folios en inglés en los que se leía “I love Mubarak”.
Los problemas de suministro de paz habían desaparecido. También había de nuevo carne en las tiendas oficiales de descuento. Y la policía, ausente durante 48 horas de brutales pillajes, sistemáticos y a la vista de los resultados muy organizados, volvía a las calles fuera del centro.

Pero ahora debo cortar porque van a interrumpir de nuevo Internet. Hoy puede ser un día terrible y es solo víspera del viernes, día de oración, en el que el pueblo podría mostrar su ira. Pero lo que planea en estos momentos sobre El Cairo es la amenaza de un Tiananmen. Dicen que algunos miembros del ejército han amenazado a los manifestantes a favor de Mubarak con abrir fuego contra ellos. Todo puede pasar. Todo es posible. Todos temen sin embargo que las vías pacíficas se hayan agotado. El miedo es rampante como la violencia.

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