Desde El Cairo
ABC 04.02.11
El vicepresidente, Omar Suleiman, no pudo ser más
amenazador. Su intervención hace temer que son escasas las posibilidades de una
vuelta a la calma
Era
sólo horas antes de que comenzara este viernes, día de la oración, que en todo
Egipto amenaza con ser también el de la gran tragedia. Porque se ha cruzado ya
claramente una línea roja que todos los egipcios de bien confiaban jamás se
saltara. Todo el país verá amanecer con una sensación infinita de angustia, por
muchas esperanzas que tenga depositadas en el mismo.
Si los
temores eran ya generalizados, tenía que causar alarma la intervención en la
televisión del nuevo vicepresidente, el general Omar Suleiman, ex jefe de los
servicios secretos, hombre fuerte junto a Mubarak, interlocutor principal con
los aliados y bestia negra del islamismo. Muchos dicen que habría sido el
sustituto ideal de Mubarak para una transición ordenada para los próximos
meses. Si se hubiera presentado una hoja de ruta creíble y abierto cauces de
comunicación con la oposición, pero sobre todo si Mubarak hubiera accedido a
retirarse en una fórmula parecida a la del general Augusto Pinochet, dentro de
su país, en un retiro dorado en Sharm El Scheick junto al mar Rojo en la punta
meridional de la península del Sinaí.
Después
de lo sucedido estos días ya todas las especulaciones al respecto parecen un
viejísimo sueño. Y Omar Suleiman lo demostró ayer con una intervención que
augura para hoy y los próximos tiempos pocas posibilidades de un retorno a la
calma. A no ser que ésta sea de los cementerios y precedida de una intervención
policial y militar que sólo puede acabar en matanza. Suleiman es un hombre de
mundo. Sabe muy bien cual es el efecto de sus palabras dentro y fuera del país.
Y estuvo claro en esta víspera del nuevo desafío a Mubarak que la oposición
llama ya el «día de la partida» o «de la fuga» en referencia a un presidente
que quieren derrocado.
El
vicepresidente no pudo estar más amenazador. Lanzó una advertencia al exterior
para que «deje de inmiscuirse en los asuntos internos de Egipto». Exhortó a
todos los manifestantes a despejar las calles de la ciudad y calificó a los que
no lo hicieran por perseverar en su oposición a Mubarak como «agentes del
exterior» y personas que tienen una agenda oculta para desestabilizar Egipto.
Después arremetió contra la prensa extranjera que ya había sido acosada
ferozmente durante todo el día y calificó de «enemigos» a los periodistas de
televisiones de «países amigos». Puede que la referencia fuera a la televisión
de Qatar Al Yasira, pero automáticamente han sido estigmatizados todos los
periodistas extranjeros.
Agenda
propia
Suleiman
dejó claro que tiene su propia agenda, que hablará con la oposición pero en los
términos que imponga el régimen y siempre que la calle haya sido despejada. No
hay por tanto ni el mínimo gesto de tregua. El régimen parece decidido a
retomar todo el poder en la calle antes de la mínima concesión. Augurios
terribles para este día. Ya en noche profunda de la víspera, el número de
víctimas de los enfrentamientos en El Cairo seguía aumentando, de forma
sorprendentemente lenta dada la violencia y la ferocidad de la lucha entre
partidarios del presidente Hosni Mubarak y sus adversarios.
Orquestada
y desatada el miércoles, por mucho que lo nieguen los portavoces del régimen,
por el aparato de la policía y del Partido Nacional Democrático del presidente,
los manifestantes a favor del presidente, entre los que al principios en os
barrios había mucha gente común y humilde, se convirtieron al llegar al campo
de batalla en una horda que, con agresividad infinita, había llegado para
limpiar la calle de miembros de una oposición que llevaba seis días
manifestándose de forma absolutamente pacífica y el martes hasta festiva.
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