ABC 24.01.12
«EL mundo entero tiene los
ojos puestos en este juicio y en las represalias que se están aplicando al juez
Garzón». Ni más ni menos. Todo el orbe pendiente de Garzón, la víctima total. Y
el mundo compungido. Sufriendo con este nuevo nazareno de la bondad política
universal. Ya le gustaría al pobre hombre que fueran ciertos los ditirambos que
le dedicaba ayer el portavoz de Human Rights Watch, Reed Brody. Este personaje
ha venido a Madrid a dirigir un espectáculo organizado para mayor gloria del
supuesto prevaricador y para ejercer una masiva presión, difamación mediante,
sobre el Tribunal Supremo. Hoy, día de la apertura del segundo juicio contra
Baltasar Garzón, se dan cita aquí una serie de juristas de todo el mundo,
seguro que entre ellos muchos decentes, para cometer una profunda indecencia.
Unos lo harán con buena intención y muy mala información sobre las causas
reales que han llevado al banquillo a su amigo. Otros son profesionales de la
agitación ideológica y firmes creyentes en un mundo feliz por el que vale la
pena torcer o romper leyes, quebrar el Estado de derecho o asaltar palacios de
Justicia. El tal Brody se presenta también como asesor jurídico de HRW aunque
realmente en su exposición de ayer se le vio poco interés por las leyes y
muchas maneras de clásico agit-prop, en una arenga de propaganda política para
despreciar e intimidar a un tiempo a la justicia española, en una salida de
pata de banco izquierdista que ofendería hasta en la república más miserable y
primitiva del profundo Tercer Mundo. Muchos sabíamos de la inevitable deriva
hacia el sectarismo izquierdista de muchas organizaciones como HRW, surgidas en
su día de gentes pletóricas de buenas intenciones y hoy refugio de los
activistas que ya no tienen partidos marginales de la ultraizquierda en los que
desfogar su hiperactivismo. Convertidos en «lobbies» muy celosos de toda causa
que consideren «progresista», siempre tienen una lágrima y un gritito dispuesto
para cualquier enemigo de las sociedad occidental, sea un miembro de las FARC colombianas
o un antisistema en cualquier capital europea. Jugaron un papel apreciable en
su día en la denuncia de dictaduras y desmanes totalitarios. En los últimos
años están bajo permanente sospecha por su maniqueísmo y manipulación de los
conflictos y los datos, siempre en beneficio de esas «fuerzas libertadoras» que
ven en los arrabales izquierdistas de la sociedad. Pero era difícil pensar que
pudieran caer tan bajo en su delirio hiperideológico como para organizar este
espectáculo aquí en Madrid. Cuando este Estado de Derecho está juzgando a un
juez cuyas irregularidades y parcialidad, afirmaciones políticas torticeras y
supuestas prevaricaciones son un escándalo permanente desde hace años cuyos
detalles obviamente no se han molestado en conocer. Es evidente que Garzón lo
ha preparado todo bien para caer haciendo todo el daño posible a la justicia
española, a la sociedad y a nuestra imagen exterior. No se salvará como juez esperamos,
pero sus ingresos como mártir profesional itinerante están asegurados. Meses
llevan los grupúsculos de activistas de la izquierda paleocomunista dando la
lata con la letanía revanchista. Han tachado de «fascista» al Tribunal Supremo.
¡Quiá! Todos fascistas menos los amigos de Garzón. Éste no se ha distanciado en
ningún momento de estos aquelarres del desacato. Ahora tocaba traer a los
juristas extranjeros para intentar convertir este juicio en un proceso a la
transición y a la reconciliación nacional. La orgía revanchista en marcha, para
mayor gloria de este hombre que, incluso en el caso improbable de su inocencia,
ha mostrado una conducta que le descalifica para todo menos para agitador.
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