jueves, 19 de febrero de 2015

EL AURRESKU DE VON PAPEN

Por HERMANN TERTSCH
  ABC  09.03.12


MUCHOS se acuerdan del pobre Neville Chamberlain siempre que han de buscar un personaje trágico y patético a un tiempo en su debilidad, su fracaso y a la postre su traición. Quizás hoy seamos incluso algo injustos porque lo cierto es que voces que advirtieran entonces de sus iniquidades en los intentos el apaciguamiento de Hitler hubo pocas más allá de la siempre recordada de Winston Churchill con su lapidaria: «Queríais paz sin honra y ahora no tenéis paz ni honra». Lo cierto es que las vanas ilusiones de Chamberlain y sus ganas de llevarse bien con los nazis eran compartidas por muchos. Le esperaba una muchedumbre entusiasmada cuando regresó a Londres blandiendo su ridículo papelito con la firma del miserable acuerdo de Munich y entonando aquello aquello de «Peace for our lifetime». A mí, como personaje que cumple mejor que Chamberlain ese papel de figura tan trágica como justamente despreciada, me gusta más Franz Joseph Hermann Michael Maria von Papen zu Köningen. A secas Franz von Papen. Aristócrata, rico heredero de una antigua y noble familia de Westfalia, monárquico, católico, oficial del Estado mayor, diplomático, exquisito jinete, asesor del presidente Paul von Hindenburg. Todo lo tenía para haber hecho una vida de mérito y dignidad y haber muerto con honores y gratitud. Por el contrario, su nombre pasó a la historia como un triste apodo de la debilidad y la ambición convertidas en infamia. Miembro del Partido del Centro desde 1921, parlamentario de Prusia, traicionó a su partido en 1925 al negar el apoyo al candidato centrista a la presidente Wilhelm Marx y apoyó al conservador Paul von Hindenburg. Con éxito. En esa traición puede establecerse el principio de una trayectoria personal que concluiría en la mayor tragedia del siglo XX. Porque años más tarde Von Hindenburg llamó en 1932 a Von Papen para ocupar la cancillería en un Gobierno de concentración nacional. Una vez en la cancillería tardó días en convencer a Von Hindenburg de que disolviera el Reichstag.

Y el 12 de junio, fecha clave, Von Papen legaliza a las organizaciones nacionalsocialistas que estaban prohibidas. Las conocen bien, era la Schutzstaffel (SS) y la Sturmabteilung (SA). Con estos favores a los nazis, enemigos declarados de la República, consigue que Adolf Hitler tolere su gobierno. Convoca elecciones para julio. El Partido Nacional-Socialista Obrero Alemán (NSDAP) se convierte en el más votado con el 37,4%. Von Papen ofrece a Hitler entrar en su gabinete pero éste lo rechaza. Prefiere esperar. Pronto se hunde el Gobierno de Von Papen y el siguiente de Kurt Schleicher dura una siesta. En enero de 1933 ya está negociando Von Papen con Hitler. Este no acepta nada que no sea la cancillería. Gana. Hitler asume el poder y Von Papen es vicecanciller. Él está seguro de que estos nazis se domesticarán una vez legalizados y en los salones del poder. Pero eso no pasa. Y él ya no pinta nada. Y cuando Hitler demuestra su auténtica naturaleza en el poder y manda a las SS a liquidar a los jefes de las SA, el delicado aristócrata, que los había legalizado, se espanta y dimite. Después, su vida da igual. Millones de muertos no. Hasta la absolución del tribunal de Nuremberg pareció un desprecio a esta alma enana. Me preguntarán que a qué viene la historia de este señor. Me acordé de él mientras hablaba una paupérrima caricatura suya en el Parlamento de Vitoria. Dignidad y miseria no los determina la cuna. Y me imaginé a Von Papen gozando de un aurresku con el lendakari, tan preocupado y devorado por sus nazis como aquel por los suyos.

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