ABC 16.06.12
Los partidos tradicionales
griegos, las cancillerías europeas, la UE, los bienpensantes, buenistas y
antisistema, y toda la prensa internacional. Todos han estado volcados, desde
que se supo habría nuevas elecciones, en proyectar la imagen de presidente in
pectore de un tal Alexis Tsipras. Pocas veces se recordará una campaña
electoral en la que un nuevo líder político, que no ha demostrado nada mas que
irresponsabilidad e incontinencia verbal, haya gozado de tanto favor
publicitario por parte de sus enemigos. Y de sus amigos por supuesto. Todos
juntos han logrado que las elecciones griegas del domingo se presenten como un
pulso entre el joven Tsipras y los viejos cobardes. Los partidos viejos y
caducos frente al desafiante líder de lo que presentan como «nueva Grecia». Eso
pretenden vender a los electores. Y es muy posible que con tanta ayuda lo hayan
conseguido. Aunque nunca se sabe por donde llevará a la mayoría el miedo.
Tsipras y su partido Syriza, proyectados como los renovadores con tanta ayuda
de fuera. Cuando de nueva no tiene nada esa actitud de echar la culpa a los
demás de los propios fracasos. Cuando es tan viejo como eternamente balcánico
ese modo tramposo de exigir reglas especiales para uno mismo. Para no pagar lo
que pagan los demás. Para jugar con trampas y amenazas. Porque eso es lo que
promete Tsipras en esta fase final en la que hay que agradecerle que no difame
a la UE, a Alemania y a tantos otros que están hartos de morosidad y trampas,
de autosuficiencia impostada del que no tiene nada. Tsipras dice que no sacará
a Grecia de la UE. Pero eso sí, a cambio de no cumplir los compromisos
adquiridos por Grecia para vivir en el pasado y en el presente de las ingentes
sumas de dinero que los demás países, que también tienen pobres, les han
entregado. Puede que con ese farol gane las elecciones. Lo que no puede es
ganarnos el pulso a los demás.
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