ABC 03.07.12
Es casi imposible concebir más entendimiento, más
comprensión, más juego de equipo, más generosidad
HA sido algo inimaginable. Primero, por supuesto, por el
juego. Porque resulta ya muy complicado imaginarse un juego mejor. Resulta muy
difícil jugar mejor de lo que jugaron todos en ese partido que se nos quedará
en la retina mucho tiempo y en la memoria siempre. El listón está donde sólo
ellos llegan. Y se lo han reconocido en todo el mundo con una unanimidad
también extraordinaria. Los indonesios del periódico «Kompas» decían ayer que
España «baila como una mariposa y pica como una avispa». El sesudo y siempre
sobrio «Frankfurter Allgemeine» publicaba un artículo titulado «Perfección histórica»
en el que declaraba a la actual selección española como fenómeno único en la
historia del fútbol. Y decía que los chicos de Del Bosque habían elevado a la
categoría de las Bellas Artes lo que había comenzado como un juego de ocio de
toscos británicos. El siempre riguroso periódico alemán se deshacía en elogios
poéticos del virtuosismo español. Y es que es muy difícil jugar mejor. Es casi
imposible concebir más entendimiento, más comprensión, más juego de equipo, más
generosidad en el acierto permanente. Sí, ha sido algo inimaginable. Y también
por el entusiasmo. Sabemos todos de la fuerza del deporte y especialmente del
fútbol. Pero nunca deja de sorprender el fervor partidario que es capaz de
generar. Y en el caso de nuestra selección ha sido una satisfacción desbordada
que ha convertido a nuestros maltratados, asustados, enfadados y desencantados
ciudadanos españoles en niños con la ilusión desbocada. Que emocionan y
conmueven en su apasionamiento colectivo, en su fervor por el éxito. Por el
éxito, que quede claro. Un entusiasmo sin precedentes para un éxito sin
precedentes. Que todo lo olvida y perdona por un tiempo. Pero tan frágil como
la devoción por una bandera que sacan todos durante estos días. Pero de la que
muchos sospechan durante el resto del año. Y tantos otros ignoran siempre salvo
para estas fiestas. Una bandera que jamás sacan los partidos de izquierdas y
los sindicatos en sus manifestaciones. Pese a estar definitiva e
inequívocamente identificada con las victorias de nuestra democracia. Ellos
siguen prefiriendo una bandera vinculada a nuestro peor pasado y al tormento de
una derrota. Con el renacimiento de la cultura del revanchismo que trajo
consigo Zapatero -nunca podrá pagar todo lo que nos ha hecho- la izquierda
volvió a sacar del desván una bandera de la división que el propio Santiago
Carrillo había enterrado en 1977.
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