sábado, 21 de febrero de 2015

EL PATRIOTISMO DEL ÉXITO

Por HERMANN TERTSCH
  ABC  03.07.12


Es casi imposible concebir más entendimiento, más comprensión, más juego de equipo, más generosidad

HA sido algo inimaginable. Primero, por supuesto, por el juego. Porque resulta ya muy complicado imaginarse un juego mejor. Resulta muy difícil jugar mejor de lo que jugaron todos en ese partido que se nos quedará en la retina mucho tiempo y en la memoria siempre. El listón está donde sólo ellos llegan. Y se lo han reconocido en todo el mundo con una unanimidad también extraordinaria. Los indonesios del periódico «Kompas» decían ayer que España «baila como una mariposa y pica como una avispa». El sesudo y siempre sobrio «Frankfurter Allgemeine» publicaba un artículo titulado «Perfección histórica» en el que declaraba a la actual selección española como fenómeno único en la historia del fútbol. Y decía que los chicos de Del Bosque habían elevado a la categoría de las Bellas Artes lo que había comenzado como un juego de ocio de toscos británicos. El siempre riguroso periódico alemán se deshacía en elogios poéticos del virtuosismo español. Y es que es muy difícil jugar mejor. Es casi imposible concebir más entendimiento, más comprensión, más juego de equipo, más generosidad en el acierto permanente. Sí, ha sido algo inimaginable. Y también por el entusiasmo. Sabemos todos de la fuerza del deporte y especialmente del fútbol. Pero nunca deja de sorprender el fervor partidario que es capaz de generar. Y en el caso de nuestra selección ha sido una satisfacción desbordada que ha convertido a nuestros maltratados, asustados, enfadados y desencantados ciudadanos españoles en niños con la ilusión desbocada. Que emocionan y conmueven en su apasionamiento colectivo, en su fervor por el éxito. Por el éxito, que quede claro. Un entusiasmo sin precedentes para un éxito sin precedentes. Que todo lo olvida y perdona por un tiempo. Pero tan frágil como la devoción por una bandera que sacan todos durante estos días. Pero de la que muchos sospechan durante el resto del año. Y tantos otros ignoran siempre salvo para estas fiestas. Una bandera que jamás sacan los partidos de izquierdas y los sindicatos en sus manifestaciones. Pese a estar definitiva e inequívocamente identificada con las victorias de nuestra democracia. Ellos siguen prefiriendo una bandera vinculada a nuestro peor pasado y al tormento de una derrota. Con el renacimiento de la cultura del revanchismo que trajo consigo Zapatero -nunca podrá pagar todo lo que nos ha hecho- la izquierda volvió a sacar del desván una bandera de la división que el propio Santiago Carrillo había enterrado en 1977.

Pero más allá de la bandera, incluso más allá de los maravillosos partidos de fútbol, de la gloria y las victorias y la fama mundial y el prestigio y el orgullo y la envidia ajena, está el sentimiento común de identidad. ¿O no? Porque ser español, español, español, es muy fácil cuando se es y todo el mundo quiere serlo. Porque ser muy amigos entre nosotros en una fiesta en la que todos ganamos y no falta de nada no es difícil. De haber caído eliminados en cuartos, o incluso contra Portugal, pocos dudarán que los cuchillos que se afilaban contra el «pesadísimo tiqui-taca» del marqués de Del Bosque habrían sido más que los alfanjes de Saladino. Son bonitas las imágenes de estos días. Y se las merecen los jugadores. Y nos viene bien como distracción o consuelo. Pero el sentimiento de identidad y pertenencia duradero no cuaja en la fiesta y el éxito. Se forja en el revés y el sinsabor, en tiempos de zozobra, con el compromiso, en el esfuerzo, la probidad, la generosidad. Las oportunidades para ejercerlo nos las ofrece la dura realidad actual. Desde siempre. Pero desde luego desde hoy mismo.

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