sábado, 14 de febrero de 2015

ESTADO DE EXCEPCIÓN

Por HERMANN TERTSCH
ABC  12.11.11


Con razón no nos gusta utilizar el término, pero es el más adecuado para definir la situación política generada por la crisis en varios países de la Unión Europea. Hemos pasado por el estado de pánico, el de alarma y ahora ya en el de excepción vamos a buscar la forma de salir de la crisis sin caer de nuevo en los estados previos. Por supuesto que como mal menor, sin duda como fenómeno pasajero.

¿Pero qué estado de excepción no es ambas cosas por definición? Está claro que la gravedad del momento y el peligro inminente de una catástrofe de imprevisibles consecuencias ha recomendado no dar la voz al pueblo. Gobiernos de tecnócratas no electos han tomado las riendas en Atenas y Roma para imponer una política en ningún momento refrendada por los votantes. Y que nada tiene que ver con los programas y postulados de los partidos en el Parlamento. Con mucha razón. Por muchas reservas que despierte esta situación de anomalía.

Imagínense el resultado de una consulta popular en estos momentos en Grecia. Dada la angustia y la desesperación, pero también la ira y la demagogia, los griegos podrían hoy optar por cualquier menos por el esfuerzo razonable y el sacrificio. Lo mismo cabe decir de Italia, donde unas elecciones nos podrían regalar un parlamento aún más disparatado, incapaz de tomar decisión alguna cuando más capacidad de resolución requiere.

Las economías de Grecia e Italia —y pocos dudan que también la nuestra en cuanto se conozca su situación real—, están en estado de guerra. Y en ese estado no se pueden tomar las decisiones por vía electoral ni asamblearia. España ha evitado tal situación porque Zapatero se había rendido ya ante su total fracaso. Pero nadie se llame a engaño. Nuestro estado de excepción está en las cuentas.

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