ABC Viernes, 18.11.11
PASADO mañana votan los españoles. Todo indica que votarán
masivamente en favor del fin de una pesadilla. Tiempo habrá para que
historiadores, sociólogos o antropólogos analicen las causas más profundas de
este descarrilamiento de la historia de España que ha sido el auge del
«zapaterismo» y el largo septenio negro que lo siguió. Para que busquen las
claves de aquel entusiasmo de tantos por un mensaje adolescente e insensato,
podrido de prejuicios ideológicos viejos, falta de escrúpulo en el rato a los
conciudadanos y obsesión enfermiza por la resentimiento. Y las causas de algo
aún más grave que el entusiasmo de sus incondicionales, de la indolencia de la
sociedad española ante aquella política de hostigamiento y vindicación del
rencor que practicó desde el primer momento el presidente Zapatero. Los que
desde el primer momento vimos en el proyecto Zapatero el peor desafío que
afrontaba la democracia española desde su nacimiento estuvimos mucho tiempo muy
solos. Siempre rodeados por gentes ajenas al zapaterismo que han relativizado
hasta el final sus perversiones y trivializado sus desafueros, abusos y
agresiones. Desde la indiferencia y el «moderantismo» se unían al coro de la
izquierda revanchista en la descalificación de las pocas voces de crítica
radical a un proyecto que era un golpe de Estado contra la Constitución y
habría supuesto el fin de la alternancia política en España. Porque de eso se
trataba, desde el ensayo general del Pacto del Tinell y con el eje fundamental
del pacto con las fuerzas independentistas y con el terrorismo de ETA. Ahora
que la crisis económica y la bendita ineptitud de Zapatero y sus gobiernos han
acabado con ese proyecto perverso y, nadie lo dude, totalitario, debemos
reflexionar sobre la falta de músculo moral y democrático de la sociedad
española. El hecho es que habiendo sido toda la acción de Gobierno de Zapatero
y su secta izquierdista radicalmente injusta, arbitraria, cainita y despótica,
no encontró resistencia significativa de los españoles hasta que éstos vieron
que la perversión política repercutía en sus bolsillos. Esperemos que esta
lección, grabada por los sufrimientos de millones de españoles y los
sacrificios que habremos de hacer todos, haga de la nuestra una sociedad más
avisada ante peligros futuros y cualquier manipulación de los peores instintos,
entre ellos la indiferencia.
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