ABC 24.08.12
La ciudadanía que respeta las leyes exige que se cumplan. Y
es el poder público el responsable de que así sea
VÍCTIMAS del terrorismo anuncian que se manifestarán frente
al ministerio del Interior en protesta por la actuación del Gobierno en el caso
del asesino y carcelero de ETA, Uribetxebarría. Con un simulacro de huelga de
hambre de este preso y algún otro más, además de cierta agitación por parte de
las organizaciones etarras, este preso, enfermo de un cáncer irreversible, ha
conseguido en principio que el Gobierno le deje en libertad. Las víctimas están
indignadas por lo que con mucha razón consideran una deferencia intolerable
hacia este etarra que jamás ha lamentado sus crímenes. El Gobierno tiene aun la
gran oportunidad de apoyarse en las reservas expresadas por la fiscalía para
dar marcha atrás a una decisión tan innecesaria como ofensiva para víctimas y ciudadanía.
Sería una sabia enmienda. Si el Gobierno cree de verdad que la liberación de
este criminal va a otorgarle una campaña electoral más tranquila en el País
Vasco no sólo flojea en cuestión de principios sino también en percepción. El
miedo al conflicto que este Gobierno revela permanentemente, se puede
convertir, si no lo ha hecho ya, en una debilidad insuperable y paralizante.
Envalentona a todos los enemigos del Gobierno y adversarios de su política. Y
hunde a la ciudadanía en general y a su electorado en particular en una
depresión social que ya se percibe en muchas expresiones que van desde la
indignación y la decepción a la frustración y la angustia. Si la actitud del
Gobierno y en especial del ministerio del Interior en el caso del miserable moribundo
ha causado mucha rabia y alarma, no menos debiera ya despertar su pasividad a
la hora de «cumplir y hacer cumplir la ley», tal como han prometido o jurado a
los españoles. Desde hace semanas asistimos a un grotesco aquelarre de abusos y
delitos cometidos bajo banderas ideológicas. Todos con publicidad y en
presencia de los medios. Todos impunes. Es más, sus autores, convertidos en
héroes por muchos, han logrado una inmensa plataforma publicitaria gracias a la
complicidad -querida o no- de casi la totalidad de los medios españoles. Al
principio fue un asalto a un supermercado y la agresión a unas jóvenes
trabajadoras.
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