ABC 21.08.12
Assad ya no pudo celebrar los rezos del fin del Ramadán en
la mezquita de los Omeyas en el centro de Damasco
EL Gobierno de Turquía acaba de anunciar que el número de
refugiados sirios que ya alberga en su territorio se acerca a los 100.000 y que
esta cifra marca el límite de su capacidad de absorción. Aunque es probable que
Turquía tenga capacidad aún para acoger a más refugiados, y sin duda se va a
ver obligado a hacerlo, lo cierto es que la situación se deteriora con rapidez
dentro y fuera de Siria. Y no hay dato alguno que pueda sugerir que las cosas
no vayan a empeorar. La intensificación de los combates es un hecho. Su
generalización en todo el territorio también lo es. Y con la creación de zonas
bajo control permanente de los enemigos del régimen, de los diferentes
enemigos, es también una certeza de que ya se ha regularizado el flujo de
entrada de armamento. Han entrado armas, muchas más entrarán y no siempre
acabarán en manos de aquellos a quienes iban destinadas. Diferentes países
involucrados en el conflicto, desde la propia Turquía a Arabia Saudí, por
supuesto Irán y Rusia y también EE.UU. y la OTAN, tienen sobre el terreno a su
gente forjando alianzas o meros contactos. E intentando formular respuestas
rápidas y eficaces para las nuevas situaciones en esta guerra. Por supuesto,
preparando el escenario para después de la desaparición de Assad.
En estos momentos no hay ninguna fuerza ya capaz de vencer
en una guerra generalizada en Siria. Hace unos meses el régimen aún tenía esa
posibilidad. Ahora el núcleo duro en torno al presidente Bashir el Assad da los
primeros indicios serios de descomposición tras más de un año de muy memorable
cohesión, pese a la creciente disolución de su base de poder. Ahora sí, ahora
ya le huye el primer ministro meses después de ser nombrado, y el
vicepresidente se encuentra desaparecido desde hace casi una semana. Las
fuerzas de la oposición armada dicen que ha escapado al exterior para unirse a
sus fuerzas. Pero lo cierto es que a estas horas no ha aparecido y nadie
excluye que el régimen de Assad lograra capturar a su familia y forzar así al
vicepresidente a volver a la capital. Lo cierto es que Assad ya no pudo
celebrar los rezos del fin del Ramadán en la mezquita de los Omeyas en el
centro de Damasco. Tuvo que acudir a una pequeña mezquita cercana al palacio
presidencial. Eso es lo que da de sí su control de la situación en la propia
capital.
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