ABC 19.08.12
¿Qué problema tenía Rajoy con que el miserable de
Uribetxeberria pasara unos meses más siendo tratado en el hospital
penitenciario?
ES casi proverbial la fama de habilidoso del presidente del
Gobierno para eso que llaman «el manejo de los tiempos». Dicen que en esa
tremenda habilidad de esperar cuando otros se impacientan y no hacer nada
cuando todos se lo piden, radica la clave de su carrera política. Que gracias a
esa parsimonia estratégica se hizo con las riendas del partido y llegó al poder
en el Gobierno. Por eso y por su conocida actitud de fumarse un puro cuando le
apremian quienes lo pusieron en La Moncloa, sorprende la rapidez inmensa, la
precipitación, la urgentísima diligencia en «resolver» una crisis muy
pequeñita, que sólo inquietaba a quienes no sólo no le votan, sino se han
dedicado durante décadas a matar a quienes lo hacen.
Era
un conflicto muy poquita cosa, con unos poquitos presos etarras que hacían como
que hacían una poquita de huelga de hambre. Tremenda la urgencia que nuestro
presidente ha visto en el caso. Lo ha resuelto sin dar tiempo siquiera a Otegi
a bajar un poquito de grasas. ¿Qué angustia tenía nuestro presidente con una
falsa huelga de hambre de unos asesinos en nuestras cárceles? ¿Qué problema
tenía Rajoy con que el miserable de Uribetxeberria pasara unas semanas o meses
más siendo tratado en el hospital penitenciario? Habría permitido ver cuántos
de sus cómplices estaban dispuestos a ser un Bobby Sands y morir de hambre por
el mierda del moribundo. Yo les garantizo que ninguno. El tiempo y la huelga
falsa habrían hecho posible que afloraran las divisiones en la organización de
presos. Y sacado así a la luz las contradicciones entre los etarras que,
gracias a Zapatero y Pascual Sala, cobran ya magníficos salarios del erario y
los que comen del mismo, pero dentro de prisión. Era una gran ocasión para
ello. Pero no, al presidente Rajoy le ha parecido mejor hacer exactamente lo
que le pedían los extorsionadores. Ha preferido una vez más herir a las
víctimas que tener un conflicto con el frente etarra y quienes lo jalean. Nadie
eche la culpa a este ministro del Interior. Hoy ya sabemos que Rajoy puso a
Fernández Díaz para hacer él personalmente los cambalaches en la política
antiterrorista. Que vemos en plena continuidad rubalcabiana. Lo sucedido no
habría pasado de haber hecho caso a Rogelio Alonso u otros expertos alarmados
por esta política. Pero Alonso ha caído víctima de la persecución de quienes
manejan el cotarro en ese ministerio del Interior. Que no son sino los mandos
comprometidos hasta las cachas con la política de Rubalcaba y sus faisanes
diversos, que los hubo. Con la gente que tiene el PP idónea para ocupar ese
ministerio, la presencia de Fernández Díaz es la prueba de que Rajoy quería
allí tan sólo un amigo. Porque su política con ETA no iba a resistir el
análisis de un profesional. Ni siquiera de un político con criterio. La
búsqueda permanente de la armonía pagada al antagonista que es el
apaciguamiento de un enemigo de la democracia por la vía de la concesión lleva
a su fortalecimiento.
No hay comentarios:
Publicar un comentario