sábado, 21 de febrero de 2015

UNA DILIGENCIA INEXPLICABLE

Por HERMANN TERTSCH
  ABC  19.08.12


¿Qué problema tenía Rajoy con que el miserable de Uribetxeberria pasara unos meses más siendo tratado en el hospital penitenciario?

ES casi proverbial la fama de habilidoso del presidente del Gobierno para eso que llaman «el manejo de los tiempos». Dicen que en esa tremenda habilidad de esperar cuando otros se impacientan y no hacer nada cuando todos se lo piden, radica la clave de su carrera política. Que gracias a esa parsimonia estratégica se hizo con las riendas del partido y llegó al poder en el Gobierno. Por eso y por su conocida actitud de fumarse un puro cuando le apremian quienes lo pusieron en La Moncloa, sorprende la rapidez inmensa, la precipitación, la urgentísima diligencia en «resolver» una crisis muy pequeñita, que sólo inquietaba a quienes no sólo no le votan, sino se han dedicado durante décadas a matar a quienes lo hacen.

Era un conflicto muy poquita cosa, con unos poquitos presos etarras que hacían como que hacían una poquita de huelga de hambre. Tremenda la urgencia que nuestro presidente ha visto en el caso. Lo ha resuelto sin dar tiempo siquiera a Otegi a bajar un poquito de grasas. ¿Qué angustia tenía nuestro presidente con una falsa huelga de hambre de unos asesinos en nuestras cárceles? ¿Qué problema tenía Rajoy con que el miserable de Uribetxeberria pasara unas semanas o meses más siendo tratado en el hospital penitenciario? Habría permitido ver cuántos de sus cómplices estaban dispuestos a ser un Bobby Sands y morir de hambre por el mierda del moribundo. Yo les garantizo que ninguno. El tiempo y la huelga falsa habrían hecho posible que afloraran las divisiones en la organización de presos. Y sacado así a la luz las contradicciones entre los etarras que, gracias a Zapatero y Pascual Sala, cobran ya magníficos salarios del erario y los que comen del mismo, pero dentro de prisión. Era una gran ocasión para ello. Pero no, al presidente Rajoy le ha parecido mejor hacer exactamente lo que le pedían los extorsionadores. Ha preferido una vez más herir a las víctimas que tener un conflicto con el frente etarra y quienes lo jalean. Nadie eche la culpa a este ministro del Interior. Hoy ya sabemos que Rajoy puso a Fernández Díaz para hacer él personalmente los cambalaches en la política antiterrorista. Que vemos en plena continuidad rubalcabiana. Lo sucedido no habría pasado de haber hecho caso a Rogelio Alonso u otros expertos alarmados por esta política. Pero Alonso ha caído víctima de la persecución de quienes manejan el cotarro en ese ministerio del Interior. Que no son sino los mandos comprometidos hasta las cachas con la política de Rubalcaba y sus faisanes diversos, que los hubo. Con la gente que tiene el PP idónea para ocupar ese ministerio, la presencia de Fernández Díaz es la prueba de que Rajoy quería allí tan sólo un amigo. Porque su política con ETA no iba a resistir el análisis de un profesional. Ni siquiera de un político con criterio. La búsqueda permanente de la armonía pagada al antagonista que es el apaciguamiento de un enemigo de la democracia por la vía de la concesión lleva a su fortalecimiento.

En la economía puede Rajoy aludir aun a la fuerza mayor. Aquí no la hay. No tiene argumento ni excusa para hacer una política antiterrorista que no sólo no denuncia y revierte la política de su antecesor, sino que claramente la vigoriza y continúa. Y fortalece así a la estrategia de ETA, la gran beneficiada por la tragedia nacional de los pasados años. Ha de saber que su antecesor pasará a la historia de España como responsable de una infame iniquidad con daños gravísimos y permanentes a España. No quiera el presidente Rajoy ser recordado como continuador de aquello.

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