ABC 17.08.12
Correa espera ganar popularidad con este desafío. Al igual
que el inefable juez Baltasar Garzón, que no podía faltar en este aquelarre
EL presidente ecuatoriano Rafael Correa ha decidido conceder
asilo político a Julián Assange. Éste es el fundador australiano de Wikileaks,
una organización dedicada en la red a la filtración y comercialización de datos
e información confidencial y secreta ajena. Wikileaks no sólo promociona e
instiga al robo de información, sino también a rupturas de contrato y otros
delitos, incluido el de traición, de quienes acceden a datos secretos con
compromisos adquiridos y lealtades juradas. Assange se jacta de que Wikileaks
ha hecho mucho daño a organizaciones oficiales y no oficiales. Preferentemente
por supuesto del mundo occidental, de los Estados de Derecho del mercado libre.
Hubo filtraciones de otros regímenes, pero nunca como las que infligían serios
daños a intereses, diplomacia o defensa de Europa y EE.UU. Assange instiga al
delito como medio justificado para un bien mayor que es combate contra este
monstruo totalitario que, para estos «Robin Hood» en el bosque de Sherwood de
la red, son el capitalismo y sus principales pilares. Esto le acarrea a Assange
muchas simpatías en ciertos sectores antisistema, pero también de esa izquierda
tan desnortada en sus principios que muchas veces se despierta con ganas de
destruirlo todo. En aras de una transparencia que proclaman bien absoluto,
quieren acabar con la propiedad de la información y con la confidencialidad. Lo
que lleva a la destrucción de todas las relaciones de confianza. Si jamás se
puede confiar a nadie ningún dato confidencial sobre vida, hacienda, negocios,
organización o seguridad sin miedo a que se haga público, toda acción y gestión
privada se hace imposible. Eso sí, nadie intente meter la nariz en conexiones,
financiaciones y operaciones de Wikileaks porque se topará con un celo
implacable de privacidad. Así, a nadie le extrañará que Assange, además de seguidores,
tenga grandes enemigos. En EE.UU. se le persigue por filtraciones de Wikileaks
que pusieron en peligro a norteamericanos en todo el mundo. Así como a
colaboradores e informadores, muchos de ellos individuos que se juegan la vida
por la democracia en países de regímenes terribles. No se sabe cuántos muertos
han podido causar las filtraciones. Aunque sí se han cuantificado grandes
estropicios en el flujo de información y por tanto en la seguridad de muchísima
gente inocente.
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