sábado, 21 de febrero de 2015

LA CONSPIRANOIA DE IZQUIERDAS

Por HERMANN TERTSCH
  ABC  17.08.12


Correa espera ganar popularidad con este desafío. Al igual que el inefable juez Baltasar Garzón, que no podía faltar en este aquelarre

EL presidente ecuatoriano Rafael Correa ha decidido conceder asilo político a Julián Assange. Éste es el fundador australiano de Wikileaks, una organización dedicada en la red a la filtración y comercialización de datos e información confidencial y secreta ajena. Wikileaks no sólo promociona e instiga al robo de información, sino también a rupturas de contrato y otros delitos, incluido el de traición, de quienes acceden a datos secretos con compromisos adquiridos y lealtades juradas. Assange se jacta de que Wikileaks ha hecho mucho daño a organizaciones oficiales y no oficiales. Preferentemente por supuesto del mundo occidental, de los Estados de Derecho del mercado libre. Hubo filtraciones de otros regímenes, pero nunca como las que infligían serios daños a intereses, diplomacia o defensa de Europa y EE.UU. Assange instiga al delito como medio justificado para un bien mayor que es combate contra este monstruo totalitario que, para estos «Robin Hood» en el bosque de Sherwood de la red, son el capitalismo y sus principales pilares. Esto le acarrea a Assange muchas simpatías en ciertos sectores antisistema, pero también de esa izquierda tan desnortada en sus principios que muchas veces se despierta con ganas de destruirlo todo. En aras de una transparencia que proclaman bien absoluto, quieren acabar con la propiedad de la información y con la confidencialidad. Lo que lleva a la destrucción de todas las relaciones de confianza. Si jamás se puede confiar a nadie ningún dato confidencial sobre vida, hacienda, negocios, organización o seguridad sin miedo a que se haga público, toda acción y gestión privada se hace imposible. Eso sí, nadie intente meter la nariz en conexiones, financiaciones y operaciones de Wikileaks porque se topará con un celo implacable de privacidad. Así, a nadie le extrañará que Assange, además de seguidores, tenga grandes enemigos. En EE.UU. se le persigue por filtraciones de Wikileaks que pusieron en peligro a norteamericanos en todo el mundo. Así como a colaboradores e informadores, muchos de ellos individuos que se juegan la vida por la democracia en países de regímenes terribles. No se sabe cuántos muertos han podido causar las filtraciones. Aunque sí se han cuantificado grandes estropicios en el flujo de información y por tanto en la seguridad de muchísima gente inocente.

Dicho todo esto, el conflicto desatado ahora por Assange al pedir asilo y Ecuador al concederlo nada tiene que ver con ello. Porque Assange debe ser entregado a Suecia por estar perseguido por el supuesto delito de violación en varios casos. Ha pasado por todas las instancias judiciales del Reino Unido con todas las garantías. E iría a Suecia a someterse a un juicio en un país de justicia impecable y garantista hasta el hastío. Pues no. Ha decidido pedir asilo en un país gobernado por Correa, alumno sofisticado del populismo izquierdista chavista que comparte con Assange ese prurito antimperialista. Correa espera ganar popularidad con este desafío a Washington, a Londres y a Estocolmo. Al igual que el inefable juez Baltasar Garzón que no podía faltar en este aquelarre. Correa, Assange y Garzón garantizan un gran espectáculo en el que todo se tergiversará y el mensaje ideológico alcanzará lo grotesco. A la impecable Suecia la acusan de conspirar con las «fuerzas del mal yanqui». Una oscura trama del capital y las fuerzas de la reacción se inventó unas suecas para llevarse a Guantánamo al héroe anticapitalista. Ya saben, las conspiranoias son ciertas siempre que sean de izquierdas. El presunto delincuente se jactará de la lucha contra el Imperio y de sus delitos de espionaje para no dar la cara en las prosaicas acusaciones de violación. La maquinaria del eslogan izquierdista nos deparará frutos gloriosos.

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