ABC 03.03.12
El énfasis que pone Teherán
en la gran participación que supuestamente se produjo en las elecciones
legislativas iraníes sólo revela su angustia. Tendrán que hinchar la
participación, porque el llamamiento al boicot de la oposición sí se ha notado.
No hay lista crítica. Solo dos contendientes, ambos iluminados en su mensaje,
luchan por el poder más prosaico. Fanáticos sí, pero los enemigos no se
disputan la fe sino el mando. Los partidarios del líder religioso Jamenei
luchan por recortar el poder del bloque creado en torno al presidente
Ahmadineyad, infatigable en su agitación y populismo. Son las primeras
elecciones después de aquellas presidenciales del 13 de junio del 2009. La
victoria de Ahmadineyad fue protestada como fraude y cientos de miles de jóvenes
se lanzaron a la calle a exigir democracia adelantándose en casi dos años a las
primaveras árabes. El resultado fue muy distinto. Una brutal represión durante
meses ahogó en sangre aquellas revueltas. El terror y los muertos trajeron
silencio pero no calma para los gobernantes. Y sí tensiones internas. Inquietos
por las revoluciones árabes, por su fracaso económico, por la insatisfacción
popular, por el aislamiento y sanciones, sólo tienen como recurso el
nacionalismo antioccidental y el fanatismo ideológico y religioso. Temen que
pronto no sea suficiente.
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