ABC 02.03.12
CONVERSAR con Javier Pradera,
una de las cabezas más brillantes y divertidas de la izquierda española, era
siempre un placer. Especialmente lo era cuando se hablaba de la izquierda en el
tardofranquismo, de sus contadas grandezas y sus muchísimas miserias y
mentiras. Conocía el patio como nadie. Muchas veces entre risotadas y dirigido
a Manuel Azcarate, a Patxo Unzueta o a mí, Pradera dejaba caer el latiguillo:
«La inmensa suerte que tuvimos de perder. Imaginad donde estaríamos si hubieran
ganado los nuestros». He recordado sus palabras al ver a todos esos jóvenes
exigiendo lo imposible, despreciando lo sensato, amenazando y agrediendo a los
enemigos ya proclamados. Y sobre todo abrazándose a muy siniestros aliados que
ya imponen estrategia. En estas cosas, los que saben, saben, y la derecha
siempre a por uvas. Siempre ha sido así. Y no está siendo ahora de otra manera.
La izquierda sabe lo que es la comunicación y la emoción y su manipulación en
el mensaje. Y la derecha se cree tan estupenda que no necesita la comunicación.
Lo tuvo que ver, tarde, Aznar, que creía que sus éxitos se vendían solos. Lo
cree Rajoy, en esa forma que tiene ahora de ponerse estupendo y pretender que
si llegó al poder con los principales medios y en especial RTVE en contra,
puede ahora despreciarlos. Mucho de vanidad parece haber en estas ganas de
querer distinguirse de los socialistas, que asaltaron RTVE al día siguiente de
ganar las elecciones. Cuatro meses después de ganar él, permite que los medios
públicos del estado sean un foco permanente de agitación en contra de su
política. Él desprecia esta anomalía, probablemente también por ese desdén que
tanto se le nota hacia los medios. Veremos si no se lleva una sorpresa y paga
un precio alto por el hecho de que gran parte de Andalucía se halle «informada»
por RTVE y Canalsur y por las emisoras de RNE y la cadena SER que son las
únicas que se oyen en grandes zonas de la región. Como el bombardeo de
desinformación sectaria que cae sobre Andalucía deje a su partido en la
oposición por un par de escaños. Se deberá a esa arrogancia que es muy propia
de la derecha, pero que aquí parece ir adobada por un toque de vanidad
personal. Lo dicho, el pulso sería serio. El enemigo somos todos los que no nos
pleguemos al chantaje político sindical de una izquierda perdedora e impotente
para hacer política. En ofertas y soluciones. Porque algunos se dicen
indignados porque un comisario metepatas, nombrado por cierto por Rubalcaba,
hablara de «enemigos», pero ese es el término que no necesitan siquiera utilizar
sindicatos, socialistas y comunistas una vez decidida la lucha en la calle. El
PSOE parece desarbolado e incapaz de desmarcarse de la estrategia de los
peores. Todos esos jóvenes son buena materia prima de nuestra sociedad. Pero
ahora están dirigidos por los profesionales, como el talibán comunista Ordoñez
de Valencia, pero también los cuadros de estos sindicatos «soprano». Serán
protagonistas del pulso. Los utilizarán para intentar quebrar la voluntad del
país. Esperemos que en la espiral demencial de agitación no haya las víctimas
que algunos siempre buscan. Hará falta mucha paciencia, firmeza y sangre fría
por parte de los políticos, la policía y la sociedad. Pero los peores, los
enemigos de la democracia y la libertad, tienen que perder. Como entonces
fascistas y comunistas. Y la inmensa mayoría de estos jóvenes, dentro de cinco
o diez años , en una España libre y mejor, podrán repetir la frase de Pradera:
«Menos mal que no ganaron los nuestros».
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