ABC 17.09.12
El mayor fiasco que surge de todos estos trágicos
acontecimientos en torno al video antimusulmán es por supuesto el del
presidente Barack Obama. Años de comprensión hacia corrientes radicales y
gestos de desaire hacia Israel para simular equidistancia entre judíos y árabes
no le han servido de nada. Estados Unidos está tan acosada estos días como en
los peores momentos, no ya de George Bush, sino de Jimmy Carter. Su conocida
política de «aproximación comprensiva» daba a entender que la agresividad de
los enemigos de EEUU en el mundo islámico se debía poco menos que a un
malentendido. Que una vez supieran todos que el malvado George Bush no mandaba
ya en Washington esto acabaría corrigiéndose. Semejantes disparates tienen un
precio, aunque no hayan sido expresados con claridad y siempre fueran sólo un
mensaje difuso.
La necesidad expresa de armonía siempre la interpreta este
tipo de enemigo como una debilidad. Otro fiasco considerable es del de los
islamistas «moderados» que tras acceder a las instituciones han creído podrían
controlar a los salafistas dándoles ciertos campos de actuación e impunidad
para evitar conflictos. Estos no dejan de conquistar espacios por la fuerza y
con máxima brutalidad y franqueza. En Túnez, Egipto y Libia pero también en
otros puntos del mundo islámico, la pujanza del salafismo se ha convertido en
una auténtica peste que los gobiernos, islamistas o no, y los países
occidentales, parecen no querer reconocer. El tercer fiasco es el de las
democracias occidentales que acompañan a Obama en sus errores de apreciación y
compiten en la negación de su propio problema islamista interno.
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