ABC 09.06.12
La estrategia de generalización
del horror avanza implacable. Pero por cada noticia de una nueva matanza se
confirman varias de poblaciones que abandona la Policía del régimen porque no
se ve capaz de defenderlas. Aumenta el terror, pero ya ni en sus máximas
intensidades logra frenar el deterioro de la situación de seguridad del propio
régimen. Que ha vuelto a quedar en evidencia en la propia capital con
manifestaciones que no logra reprimir como antes. El régimen ya ha dejado claro
que está decidido a matar a todos los sirios que haga falta para volver a
mandar. La oposición le ha respondido que con el miedo ya no le bastará para
acabar con la guerra que es ya abierta. Si Assad no quiere acabar como Gadafi
tendrá que matar muchísimo. No bastarán los 20.000 ejecutados por su padre en
Hama en 1982. Tendría que multiplicar esta cifra por mucho y aun así ya nadie
cree que pueda volver a vivir un día de paz. El centenar de muertos en Hula
sorprendió sobre todo por la forma en que habían sido ejecutados mujeres y
niños. Ya es patrón de las nuevas actuaciones de los «shabiha», las
milicias del régimen de Assad. Al menos dos nuevas masacres exactamente con el
mismo guión, ejecuciones individuales con cuchillo o tiros en la cabeza a
mujeres y niños, sugieren que el régimen de Assad se ha lanzado a una huida
hacia delante en esta forma de intensificar el terror. Familias enteras
exterminadas y operaciones sin perdón hasta para lactantes. El plan de paz de
Kofi Annan, última gran carta para la supervivencia del presidente, ha sido
enterrado. Ahora, hasta que el Consejo de Seguridad de la ONU salga de su
impotencia, toca matar todo lo posible. El régimen para sembrar horror. Los
insurgentes para demostrarle con la sangre de los soldados del régimen que la
estrategia del horror fracasa.
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