sábado, 21 de febrero de 2015

IRA, ERROR Y MISERIA

Por HERMANN TERTSCH
  ABC  27.07.12


El panorama mediático aquí tiene campeones. Hay majaderías que son solo un producto tonto del que vivir un listo

NO son tiempos para discutir por nada con desconocidos. Si le quitan el sitio para aparcar, como si le hace cualquier otra faena un conductor, no se enfade mucho, no se exceda con los gestos ofensivos y tráguese o al menos no grite, murmulle los insultos. Que estamos todos muy nerviosos. No se imagina nadie cuánta gente hay suelta por la calle dispuesta a sacar el gato del portamaletas. Tenemos que dar las gracias por no tener la tradición americana de la autodefensa armada y el coleccionismo de fusiles de asalto porque con arsenales junto a la alacena este país se nos iba a poner entretenido. Pero no pasa otra cosa en los medios políticos y en los espacios virtuales de discusión. Y no me refiero ya a esa jauría de miserables agazapados tras el anonimato que siembran de insultos e infamias las redes sociales.
Las frustraciones en estos tiempos de zozobra y mala uva se manifiestan con una virulencia que debiera preocuparnos. Y no hay que recurrir ya por desgracia a los peores, como ese Martínez, el sindicalista de UGT de Madrid, que proclama ya la guerra, para intuir que vamos a tener años de necesaria precaución aumentada en la aproximación a nuestros semejantes. Y que no va a sobrar nunca cualquier dosis de buena fe para engrasar la convivencia. Sabemos desde mucho antes de San Agustín que si recuerdas todos los días durante un rato que vas a morir, te evitas muchas tonterías. Pero ya que recurrimos al santo sabio de Hipona, recordemos también todos los días que hacer piña con los peores en el error es la forma más rápida de envilecer. Es muy comprensible que en tiempos tan inclementes sean muchos los que tienen necesidad de esa sensación de pertenencia que da el saberse miembro de la inmensa tribu de perjudicados. Y a partir de ahí buscar consuelo en la expresión de la hostilidad hacia quienes no participan de la propia desgracia.

Esto se puede aplicar a situaciones de dramatismo auténtico por el dolor en la percepción de la injusticia y la ira contra los culpables presuntos o reales de las tragedias personales que son millones. Y entender las razones de esa indignación desesperada, ebria de resentimiento o de afán de justicia, tantas veces lo mismo. Pero también se puede aplicar a farsantes ridículos, a necios peligrosos y a canallas frívolos.

El panorama mediático aquí tiene campeones. Ahora más que nunca habría que decirles que las llamadas que hacen al envilecimiento desde sus tribunas públicas son despreciables. Porque hay majaderías que son sólo un producto tonto del que vivir un listo, como por ejemplo Pilar Rahola. «Acosada por todos lados, como un animal herido, Catalunya se ha visto obligada a llamar a la puerta de la misma Administración que la empobrece con el fin de poder sobrevivir en el día a día». Eso no es más que la tontería de una señora que lleva décadas viviendo en la casta costrosa y corrupta que ha hundido a Cataluña. Pero su tontuna deja de ser inocente y se convierte en vileza cuando continua «ayer hubo algunos representantes de Catalunya que dijeron no a la nueva fiscalidad que reclamamos, lo cual nos recuerda un hecho bastante conocido: en las colonias siempre hay aliados de los colonizadores». Rahola señala a los catalanes contrarios a su mala película independentista como cómplices de un enemigo, ergo traidores. No sólo revela su peor catadura de chivata. Pone en el punto de mira de las posibles iras y violencias futuras a quienes allí creen en España. También a sus parlamentarios. Es absolutamente despreciable.

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