sábado, 21 de febrero de 2015

OPROBIOSO ACCIDENTE

Por HERMANN TERTSCH
  ABC  24.07.12


La dictadura tiene que notar la mirada y el aliento en la nuca. Sus verdugos deben saber que los observamos

CUANDO leí de madrugada la primera noticia del accidente de Oswaldo Payá me acordé por asociación inmediata de Vuk Draskovic. A Vuk, tempestuoso líder nacionalista serbio, lo intentaron matar dos veces en la carretera. Una de ellas, en la autopista hacia Belgrado, fue la más espectacular. Creo recordar que el camión que les seguía se puso a empujar al coche cuando se acercaban a otro camión que se cruzó. Vuk salió vivo milagrosamente. Pero mataron a cuatro escoltas. Es un método bastante habitual para matar el del accidente de tráfico. Las mafias emergidas de los aparatos comunistas lo utilizan aun con profusión. Lo habían hecho antes la KGB, la Udba yugoslava, la Stasi o la Securitate. Es un método cómodo y seguro, sobre todo cuando los comete la policía o los grupos de matones oficiales en el país propio. Al fin y al cabo, la investigación sobre el siniestro la van a dirigir ellos. Oswaldo Payá no llevaba escoltas. Iba acompañado por otro disidente, Harold Cepero, también muerto en la colisión. Y por los dos supervivientes, dos jóvenes políticos europeos. Uno es presidente de la Liga democristiana de Suecia, Jens Modig. El otro es Ángel Corromero, secretario de Nuevas Generaciones en Madrid. Estos dos testigos están fuera de peligro. Quizás ellos pueden aclarar algo. Porque no vamos a creer al régimen. Si no se aclara ahora habrá que esperar unos años, para cuando el régimen esté en plena disolución. Entonces todos los agentes, chivatos y policías del régimen actual estarán haciendo méritos con las fuerzas emergentes. Todos ya convertidos en furibundos anticomunistas. Celosos de trabajar con las organizaciones encargadas de investigar el pasado inmediato, siempre que se pase por alto el propio. Con los nuevos asesores de seguridad que serán norteamericanos, checos, polacos o chilenos, ya que a los españoles nos habrán colgado definitivamente el sambenito de colaboracionistas con la dictadura. Ese sambenito, guste o no, justo o no, lo notaremos también cuando se pongan a revisar títulos de propiedad y las empresas españolas, que han estado suministrando las divisas al régimen castrista, vean qué poco les pertenece de lo que creían suyo.

Pero no nos desviemos hacia mezquindades y volvamos a la muerte de un gran hombre. Temprana y gratuita. Una muerte que previsiblemente no adelante ni retrase ni en un día la caída de este régimen miserable. Que caerá. Esperemos que no con mucha sangre. Pero caerá y habrá asesinos y torturadores que serán perseguidos. Como ha sucedido en otras partes. Y serán llevados al banquillo con la misma naturalidad con que han sido juzgados y condenados el rubio Astiz o Videla o quienes tiraban adolescentes desde aviones al mar. El mejor mensaje al régimen cubano ahora es el de las democracias atentas. El contrario al que tenían con la complicidad del gobierno de Zapatero. La dictadura tiene que notar la mirada y el aliento en la nuca. Sus verdugos mayores y menores deben saber que los observamos. Y que se apunta todo lo que pasa. Para ajustar cuentas cuando toque. Que tocará. Y quizás se aclare entonces que a Oswaldo Payá no querían matarle. Sino que en su rutina del terrorismo de Estado fueron los acosadores los que sufrieron un accidente, se les fue la mano, y lo pagaron con la vida los acosados. Una miserable acción de acoso como hacen diariamente a cientos los sicarios de esa basura de régimen es la probable causa de la muerte de este hombre profundamente bueno. Cuya fe y cuyas convicciones morales ayudarán tanto como si estuviera vivo a que la dictadura se hunda y los asesinos paguen. Y sus cómplices, allí y aquí, se cubran de oprobio.

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