ABC 06.10.12
El presidente Barack Obama
llegó poco preparado y mal humorado al primero de los tres debates de campaña
con Mitt Romney. Y lo perdió de una forma tan clara y contundente que
sorprendió a propios y ajenos. Porque si a muchos norteamericanos después consultados
les llamó especialmente la atención la buena información de la que hacía gala
Mitt Romney, a muchos otros lo que más sorprendió fue la falta de pulso y
músculo del presidente. Que no supo defender los cautro años pasados y mucho
menos ofrecer unas perspectivas mínimamente atractivas de sus intenciones para
los cuatro próximos. Así las cosas, todos coinciden en que las cartas se han
vuelto a mezclar y que han quedado anulados en la práctica los efectos de los
pasados meses en los que lentamente se había ido imponiendo Obama especialmente
por las meteduras de para de Romney. Que Romney vuelva a estar en la carrera no
quiere decir que Obama deje de ser favorito. Solo quiere decir que Romney no ha
quedado definitivamente descolgado en una campaña perdida de antemano. Ahora
Obama tiene otros dos debates en los que será difícil que su rival vuelva a
sorprenderle. Pero Barack Obama no sería él si en momentos de apuros no le
llegara algún tipo de alivio, por su habitual baraka o buena suerte. Y así la
cifra que ayer se publicó del desempleo en el 7,8%, con lo que por primera vez
en cuatro años los parados están por debajo de la barrera sicológica del 8%, es
un magnífico regalo para el presidente. Por supuesto que la cifra puede ser
desmenuzada y explicada hasta perder todo su supuesto encanto. Y eso es lo que
el candidato Romney hará en estos próximos días. Pero la cifra entra por los
ojos y el primer dígito es un siete, lo que no había pasado desde que Obama es
presidente. Queda un mes de intensa campaña por lo que todas estas ayudas que
se suman al haber del presidente siempre pueden verse anuladas por algún
hipotético golpe de efecto de Romney, como fue el caso con el primer debate.
Pero no quedan ya muchos posibles. Hay juego. Pero Obama, salvo serio revolcón,
aun puede confiar en sonreír el último.
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