ABC 07.08.12
Tenemos que convertir nuestra ruinosa situación en un
proyecto esperanzador que movilice a la sociedad española
EL presidente Barack Obama no ha llamado al presidente del
Gobierno español para hablar del «Curiosity». Aunque ese juguete maravilloso
nos haya deparado la noticia más gratificante de la semana. Por lo menos para
los ciudadanos de países con expectativas tan sobrias como las nuestras en los
Juegos Olímpicos. Tampoco vayan a creer que el presidente Obama ha desarrollado
un repentino interés por nosotros. Que le atormenta especialmente nuestro paro
o nuestras cuentas. No, en realidad le preocupan, como es lógico, su paro y sus
cuentas. Pero ante todo le preocupa ahora su reelección dentro de tres meses. Y
su campaña, que comienza con toda su virulencia en cuanto termine esta pausa
estival en el negociado. Es cierto que Mitt Romney le está abriendo, con su querencia
por las torpezas dentro y fuera del país, muchos flancos al presidente para su
campaña. Y que cuando él, un absoluto vendaval en campaña, entre en ella en
serio es muy probable que la hoy muy escasa diferencia se amplíe rápidamente.
Pero ese éxito sólo es posible si no se produce ninguna de dos grandes
interferencias exteriores que amenazan en estos meses. Son el conflicto abierto
contra Irán, es decir una guerra, provocada por quien fuera. Y un desastre
económico europeo, causado previsiblemente por España, que tendría de inmediato
graves efectos sobre la fragilísima economía norteamericana.
Sin estos dos supuestos, Obama parece poder tener una
seguridad razonable de que renovará mandato. De ahí lo extraordinario de la
situación actual y de llamadas tan inauditas como la que recibió ayer Mariano
Rajoy del presidente norteamericano. Nuestro protagonismo indeseable e
indeseado es global. Cualquier chistoso diría que desde Felipe II no hemos
vuelto a interesar tanto como hoy. Todos los ojos puestos en nosotros. Pero hay
cosas que están por fin más claras que nunca. Tenemos que salvarnos de un revés
de dimensiones históricas que nos lanzaría hacia atrás en el desarrollo y en el
bienestar en varias décadas. Tenemos que convertir nuestra ruinosa situación en
un proyecto esperanzador que movilice, confiera energías y aguante a la
sociedad española. Se han acabado los sueños de que recibiríamos financiación
para hacer las cosas a nuestra manera y sin mayores condiciones. Y esperemos se
hayan acabado los sueños de nuestro presidente, en esto muy mal asesorado, de
buscar concesiones amenazando con una catástrofe general. También se ha
demostrado la inutilidad de buscar cabezas de turco de cara a la opinión
pública interna, un día Merkel, otro Draghi.
No hay comentarios:
Publicar un comentario