ABC 23.08.11
Está
claro que la OTAN ha hecho lo que tenía que hacer. Por mucho que nos haya
desesperado con su lentitud
QUIZÁ
cuando lean esto aún no haya sido capturado Muammar el Gadafi. Puede que aún se
esconda en algún agujero en algún sótano o búnker de Trípoli. Y que haya que
buscarlo, encontrarlo y sacarlo de allí como se hizo con otro de los caudillos
invencibles del mundo árabe, que fue Sadam Hussein. Puede incluso que haya
logrado utilizar el dinero en efectivo que le quede para pagarse una huida del
país. Es más improbable. Como improbable es también que a estas alturas sus
últimos amigos aún estén dispuestos a acogerle, véase Chávez en Venezuela o
Mugabe en Zimbabue. Lo que ya está claro es que, tras seis meses de revuelta
primero y guerra después, tras muchos miles de muertos y tragedias
individuales, los libios han puesto fin a 42 años de violenta y demente
satrapía. Está claro que los cientos de muertos de los primeros días y semanas
de levantamiento, que desarmados cayeron bajo las balas del Ejército y los
mercenarios de Gadafi, no han muerto en balde. Está claro que la OTAN ha hecho
lo que tenía que hacer. Por mucho que nos haya desesperado con su lentitud y
todos los problemas que se derivan de la exigencia de las sociedades
occidentales de calmar sus conciencias, pero sin bajas propias. Es muy probable
que este condicionamiento haya alargado la guerra y la lista de muertos libios
en ambos bandos. Pero esas son las reglas que parecen imponer las democracias
desarrolladas. La intervención de la OTAN se hizo inevitable cuando quedó claro
que, sin ella, Gadafi podía recuperar el control total del país. La caída de
Bengasi en manos del dictador la pasada primavera habría derivado irremisiblemente
en una matanza de inmensas proporciones que el propio coronel había prometido
como represalia ejemplarizante. No podía tolerarse aquella gran matanza
anunciada, pero tampoco la victoria de un caudillo que ya había cruzado todas
las líneas rojas del crimen masivo con sus ataques a la población civil con su
maquinaria de guerra. El mensaje habría sido nefasto para todos los demás
regímenes despóticos dispuestos a matar todo lo necesario si esto resultaba
efectivo para ahogar las protestas y restaurar el reino del terror. No resulta
efectivo, es el mensaje del día desde Trípoli. Abandonen toda esperanza. Es
imposible restaurar el terror total. Ya está claro.
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