Por HERMANN TERTSCH
ABC Martes, 13.09.11
Hay
encuestas que dejan a don Alfredo ya en los 90. Y salvo suicidio del contrario,
todo indica que su situación se agrava
Las
seis páginas de entrevista al candidato Alfredo Pérez Rubalcaba en su boletín
electoral, antes conocido como diario independiente de la mañana, contienen más
letras que el panfletillo del predicador nonagenario Stephane Hessel titulado
“Indignaos” que, con su tramposa y tontorrona demagogia, ha encandilado a los
adolescentes de todas las edades. Aumentado el tipo de letra y bien prologado
por los santones de la progresía patria, daría para un librito mono que yo
recomiendo se ofrezca como regalo, encuadernado en piel de choto la versión
popular y la de regalo, en muda de serpiente. Cincelada en el decrépito mármol
de nuestra memoria quedó aquella frase con la que papá Zapatero celebró la
primera menstruación de su hija mayor: habia sido “convidada a la vida”. Por la
veta cursi del socialismo real, el librito íntimo de Alfredo podría titularse
“Convidadas a jugar de nuevo”. Poético y con cierta guasa. Porque tiene gracia
la enumeración de ocurrencias y reflexiones faldicortas que lanza para pedirnos
que juguemos con él. Como si fuera la primera vez. Como si hablara a la clase
de unas “convidadas a la vida”, chicas inocentes, mitad niña y mitad mujer.
Cuando no somos un coro de vírgenes, sino una bancada de señoronas muy
brujuleadas, colmillo retorcido y cargadas de vida, coña y desamor. El viejo
cliente del lupanar nos viene de dandy seductor. “Alfredito, amol, que somos
nosotras”. La guasa es en parte involuntaria. Se le nota la pereza que le da
todo lo que hace y dice. No deja de tachar de vago a su contrincante y de
presumir de activismo. Pero se ve que no tiene salud ni fuerzas ni vanidad
suficientes para el esfuerzo permanente que requiere tanta impostura. Se ha
topado con el último que le quedaba por traicionar, él mismo. Y se ha
traicionado al convencerse de que sería capaz de cumplir el trabajo encomendado
por los viejos del “núcleo duro”. No va a ser posible. Ya lo sabe. Y se le nota.
Su tarea era salvar los muebles del tsunami provocado por la tropa de niñatos
de Zapatero. Llegaron en 2000 sin más ni menos trampas de las habituales.
Dieron vidilla al partido maltrecho y les vino Alá a ver en 2004. Se les dejó
hacer tropelías porque salían las cuentas. Pero el efecto devastador de sus
gobiernos se ha llevado todo por delante. Y amenaza con hundir al PSOE en la
sentina de la historia. La tarea asignada a Rubalcaba es salvar algo de aparato
para preservar su existencia. Evitar que los papeles se dispersen, con las
consecuencias –también penales- que podría tener que se airearan en hipotéticos
litigios por los despojos. Y esto, sin refugio alguno de poder institucional y
territorial. Este partido reinventado después de la dictadura con fondos
alemanes, israelíes y norteamericanos –no se asombren de la ingratitud- y
convertido de inmediato en el mayor gestor de poder y empleo del país –también
cuando estaba en la oposición con Aznar-, se queda sin lo uno y lo otro.
Amenaza ruina total. Dicen conocedores que la masa crítica por debajo de la
cual ese partido entra en proceso de disolución está en 80/90 diputados. En
parte por la disgregación nacionalista consumada. Hay encuestas que dejan a don
Alfredo ya en los 90. Y salvo suicido del contrario, todo indica que su
situación se agrava por semanas. A nadie puede extrañar que Rubalcaba esté
desganado. Sólo una inmensa trampa podría librarle a él y al PSOE de lo que no
deja de ser justicia poética. Pero tendría que ser algo muy grande. Demasiado.
Y esta vez, la gente está avisada.
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