Por HERMANN TERTSCH
ABC 18.06.11
Muchos serán los que desprecien con cansado mohín las nuevas
promesas de apertura y reforma del Rey Mohammed VI. Primero porque en las
monarquías absolutistas, y la marroquí lo sigue siendo, las modificaciones en
el trato a los súbditos son concesiones y no derechos reclamables. Así ha sido
también en Marruecos con este rey como con sus antecesores. Y porque no son
pocos los que discuten a este rey la capacidad y autoridad para imponer una
voluntad de cambio real, en caso de tenerla. Muchos creen que si vinieran mal
dadas y tuviera que enfrentarse a un levantamiento, sería tan reo de su entorno
como lo es Bashar Al Asad, ese heredero republicano que lleva meses matando por
sobrevivir en Siria.
Y
sin embargo, hay motivos para darle crédito a Mohammed VI con esta nueva
Constitución que anuncia. De la angustia generada a los poderosos han surgido
virtudes inesperadas. Y deberá aplicar con urgencia por la presión que el
tsunami emancipador en el mundo árabe ha impuesto a todos. El Rey de Marruecos
no es uno mas. No es un arribista golpista ni su heredero, sino la cabeza de
una monarquía de tradición centenaria. Quizás por eso le resulte más fácil que
a otros dar pasos significativos en forma y contenido sin creer tener que temer
una descomposición de su autoridad. Que la persona del Rey deje de ser
«sagrada» para ser «inviolable», no es ni mucho menos un paso baladí como
pensarán algunos en la descreída Europa. Pero fundamental será en todo caso el trasvase
de poder de la Corona al Gobierno, hasta ahora poco menos que un cuerpo
administrativo. Si un Gobierno electo pasa a tener poder político estaríamos
ante poco menos que una revolución de palacio. Si el Rey renuncia en su favor a
la potestad en todos los nombramientos de las autoridades del Estado, el cambio
será muy prometedor. Por supuesto que la independencia de la justicia es aun
una quimera. Pocas lecciones podremos darles algunos. Y el país será una
«monarquía islámica». Pero reconoce por primera vez derechos a su componente
amazigh (bereber) así como una referencia expresa al elemento hebreo en
Marruecos. Tampoco suena mal que el rey, en su función civil pase a ser
«protector de la opción democrática y árbitro entre las instituciones del Estado».
Nadie espere milagros y quien se quiera tomar libertades sin esperar los
cambios ni guardar las formas comprobará que la voluntad represiva, implacable,
sigue intacta. Pero es evidente que el Rey y su entorno han entendido que no
basta una declaración de intenciones para desactivar un movimiento histórico
que, de ignorarlo ahora, se lo podría llevar por delante no muy tarde.
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