Por HERMANN TERTSCH
ABC 07.09.12
Las ensoñaciones de la inyección de dinero barato sin
condiciones son desde ayer ilusiones pasadas
ESTABA ayer de visible buen humor Angela Merkel cuando ha
aparecido poco después de las dos y media de la tarde con Mariano Rajoy en la
sala de prensa de la Oficina del portavoz en La Moncloa. Sus respuestas, todas
ellas, tanto como su intervención inicial, muy afinadas, cuajadas de
expresiones de reconocimiento al Gobierno de Rajoy y a la sociedad española.
Cargadas también del mensaje de la obligación de los gobernantes de acometer
unas reformas estructurales que van mucho más allá de lo hecho hasta ahora.
Pero sí dejó claro que, las reformas estructurales han de afectar también a las
Comunidades Autónomas. Discreción en público. Porque en privado los alemanes no
ocultan su espanto ante el sainete de las algaradas retóricas de insumisión de
los líderes autonómicos. Berlín quiere dejar claro a los presidentes
autonómicos que se erigen en caudillos irredentos que todos ellos dependen
directa y únicamente del Gobierno de Madrid y que ninguno tiene salvación que
no pase por el acatamiento de las condiciones del Gobierno Rajoy. De la misma
forma que Rajoy tiene que pedir el rescate y negociar las condiciones del
mismo. Y ya. Merkel ha venido a consolar, a dar ánimo pero, ante todo, a meter
prisa al Gobierno de Rajoy para que venza la ya proverbial parsimonia de su
presidente y pase a la siguiente fase. Las ensoñaciones de la inyección de
dinero barato sin condiciones y como regalo al buen ambiente son desde ayer
ilusiones pasadas. Nadie sabe cómo algunos pudieron albergarlas tanto tiempo.
Si Rajoy hablaba ayer sobre todo para oídos alemanes en la expresión de su
compromiso con los objetivos, Merkel hablaba para los españoles cuando elogiaba
los cambios ya hechos pero recordaba que los deberes reales están en las
reformas estructurales. Que la salida del hoyo no está en una inyección de
dinero barato nadie sabe cuánto tiempo para simular una confianza artificial de
los mercados. Que hay que dar los pasos para generar la confianza real de los
mercados en el futuro de la economía española, en su competitividad y su solvencia
futuras. El buen humor de Angela Merkel volvió a notarse en la sala al
responder a la chusca pregunta de la prensa española de si le afectaba su mala
imagen propia y la de Alemania. Le hizo gracia. Y dijo que le gustaría que se
tuviera una imagen realista de Alemania. Que nadie quiere imponer nada a España
por capricho. Y recordó la estrechísima relación de convivencia que existe hoy
entre alemanes y españoles. Pero le debió de parecer tan notoria la pregunta
que quiso dejar un esbozo de lo que realmente estamos tratando para dejar claro
la ridícula trivialidad que le planteaban. Somos 7.000 millones de seres
humanos en un mundo implacable en este nuevo siglo. Los 500 millones de
europeos sólo nos salvaremos de la marginalidad y dependencia -de la humillación
y quizás de la pérdida de nuestras libertades- si logramos juntos crear una
economía competitiva, solvente, flexible y eficaz. Para lograr esa economía
competitiva que nos permita defendernos con nuestros principios y valores,
todas las piezas de esa Europa han de ser competitivas. No podemos tener
cuerpos parasitarios. Si no logramos ahora, en las próximas décadas, en un
inmenso esfuerzo entre todos ese objetivo de una unión monetaria, económica,
política, dentro de un par de generaciones, quizás antes, los europeos vivirán
en un estado de postración ante potencias nada amables. Eso es lo que nos
estamos jugando ahora, vino a recordar en pocas palabras. Ante tanta
trivialidad, Merkel vino a decir que no tiene tiempo para enfadarse porque aquí
unos descerebrados la comparen con Hitler.
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