ABC 07.05.11
La organización terrorista Al
Qaida confirmó ayer la muerte de Osama bin Laden. Se lo agradecemos porque nos
ahorra la lata de quienes por principio no se creen nada que suene a versión
oficial norteamericana. Y evita también el intento de venta de exclusivas de
quienes pretenden haberlo visto en Copacabana, en el Tíbet, en Damasco o en el
Bernabéu. Dada la palabra de Al Qaida, todos habrán de darse por enterados de
que el «jeque general de la “yihad” en el mundo» y el «león del islam» ya no
está con nosotros. Al Qaida lanza por lo demás sus consabidas amenazas que a
estas alturas tienen poco interés. Y llamaba a grandes protestas en todo
Pakistán para expresar el furor que los embarga. Pues este viernes, pese a los
llamamientos de otros grupos radicales islámicos, los hinchas de Bin Laden en
Pakistán, en todo Pakistán, no hubieran llenado un estadio de segunda división.
La concentración más grande, según Al Yazira, en la ciudad de Quetta, capital
de Baluchistán, no llegó a los 1.500 feligreses. En otras ciudades fueron un
par de cientos. Dado que la población de Pakistán es de nada menos que 187
millones de almas, en su inmensa mayoría musulmanas muy piadosas, hay que
deducir una vez más que la enorme preocupación de ciertos círculos occidentales
por no herir la sensibilidad musulmana era como poco exagerada. ¡Qué angustia
la de ciertos sectores occidentales por el hecho de que EE.UU. matara a su
enemigo n.º 1 y no le diera un sepelio con honores! Nos hizo temer una terrible
venganza «post mortem» que confirmara esa tesis tan popular —en España al
parecer razón de Estado— de que a los terroristas no hay que provocarlos. Pues
ni caso. Al final resulta que Bin Laden tenía más hinchas aquí que en aquella
sociedad abigarrada de mezquitas, madrasas y fanatismo del Pakistán popular.
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