jueves, 19 de febrero de 2015

LOS NAZIS DE IZQUIERDAS

Por HERMANN TERTSCH
  ABC  03.02.12


¿QUIÉN es más nazi, un nazi o un comunista? Quien plantee así la pregunta no es desde luego un nazi, pero mucho menos un comunista. A ningún seguidor de estas ideologías redentoras y totalitarias le gusta ser comparado con los de la otra. Dicen que son los dos extremos. Tan cercanos. En las sociedades democráticas actuales se ve a diario que la vocación violenta e intimidatoria es la misma entre neonazis que entre los autodenominados «antifascistas». En la historia se ha visto que, salvo en la retórica y los respectivos catecismos, cuando han ejercido el poder han actuado de forma muy similar y con consecuencias letales siempre para los gobernados. El origen socialista del fascismo italiano y el carácter socialista y anticapitalista y antiburgués del partido nazi hitleriano, en su primera fase al menos, alimentan esta polémica. Ahora ha estallado una vez más en Alemania por un twitter de Erika Steinbach, de la CDU y presidenta del Bund der Vertriebenen, (BdV) la federación de organizaciones de alemanes expulsados en 1945. El BdV fue una organización muy poderosa que representaba a millones de alemanes víctimas de la limpieza étnica que se impuso al final de la guerra en los países del Este, que había sido los Estados más castigados por la barbarie del nazismo. Steinbach decía en su twitter del miércoles: «los nazis eran un partido de izquierdas. Partido NacionalSOCIALISTA alemán de los trabajadores alemán». Le ha caído encima el «establishment» de historiadores por lo que ella misma dijo era una provocación. Pero mientras todos coincidían en que los nazis eran por supuesto la extremísima derecha, muchos tenían serias dificultades para explicar esa «clarísima» diferencia. Y vuelve aquí la doble vara de medir del intelectual occidental. Según alguno la diferencia está en el internacionalismo del socialismo comunista mientras el nazismo es nacionalista. ¿Sólo eso? El movimiento comunista está repleto de ejemplos de nacionalismo. Y los nazis fueron muy  internacionalistas en su cooperación con nazis extranjeros, desde Francia hasta el Báltico y Ucrania.

Lo cierto es que en el este de Europa, donde se sufrió el comunismo en toda su brutalidad y crimen sistemático, hay una creciente corriente de opinión que pide a Europa una condena general del comunismo. Que no entiende que en Europa occidental, donde no se ha sufrido el comunismo, se trivialicen los crímenes de esta ideología. Que no sea tratada como el nazismo. Equiparar las dos ideologías ya lo pidieron en su día en una cumbre en el Palacio del Hradshin en Praga decenas de intelectuales convocados por Vaclav Havel allá en 2008. En Europa occidental, la condescendencia y en gran parte la complicidad— de los intelectuales con los crímenes del comunismo fue un escándalo moral que comenzó en el estalinismo y se prolonga hasta hoy. Un nazi que justifica los crímenes de Hitler o el Holocausto recibe el desprecio, la marginación y, en muchos países y con razón, una persecución penal. El comunista sin embargo puede pregonar las supuestas gestas de Stalin, negar el Gulag y aplaudir el exterminio de pueblos enteros. No parece razonable que así sea. Hoy que izquierda y derecha han perdido significado para casi todo, sigue vigente esa superioridad moral que es una aberración intelectual, la ridícula doble vara de medir de los intelectuales occidentales. Comunismo y nazismo merecen la condena de toda sociedad democrática. Sólo existe una diferencia. Eso sí, es importante. El nazismo perpetró un salto cualitativo en el crimen con su industrialización. El Holocausto es un hecho único, históricamente, filosóficamente. Pero la repulsa al crimen debe ser tan incondicional con una ideología como la otra. Las decenas de millones de muertos de ambas lo exigen.

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