miércoles, 18 de febrero de 2015

MENGELE INVITA A UN KADISH

Por HERMANN TERTSCH
  ABC  12.08.11


El juego con las víctimas es repulsivo. Se pretende convertirlas en una especie de damnificados de un conflicto político solucionado

HAN destruido el monolito que recordaba en el monte Igueldo a Fernando Múgica. Como antes destruyeron el de Jáuregui. Como han roto y pintarrajeado tumbas de otras víctimas. A las que quieren insultar después de muertas. Como quieren herir a sus familias aun más y todavía, años después de haberles causado el dolor supremo del asesinato del padre, hijo, marido o hermano. En realidad estos mensajes violentos del odio incansable son otra forma de exigir la liquidación total de la víctima, físicamente ya destruida. Por medio de la desaparición de toda huella del mismo, del paisaje y de la memoria. Como hacen los nazis desde la guerra con la profanación de cementerios judíos. Dice ahora la Alcaldía donostiarra de Bildu que restaurarán el monumento. Y lo hará. No quieren ponérselo difícil al Tribunal Constitucional que habrá de decidir sobre la legalización de su otra franquicia, Sortu. Pero tienen lo que necesitan. ETA hace caso omiso a las llamadas mendigantes de Interior y de periódicos socialistas que intentan desesperadamente adecuar la realidad actual con sus mentiras pasadas y presentes. Quieren un favor electoral. Parece prometido. ¿Pero por qué iba a cumplir? ETA no ha atentado. ¿Para qué iba a hacerlo si todo va como quiere? Pero está ahí. Y Bildu es la fuerza dominante en este verano. Está de moda. Todos, y especialmente el diputado general, Martín Garitano, un ridículo pelele de la banda, son omnipresentes en la geografía vasca. Éste, jaleado por los suyos y cortejado por políticos que creen que es respeto institucional el compadreo con este turbio personaje. Su presencia y el efecto legitimador para la opción política del terror multiplica la publicidad a veces inexplicable que los medios dan a su propaganda a favor de los presos terroristas. Está consumada la entrada triunfal del crimen organizado en las instituciones. Sin retractarse ni arrepentirse de nada. Muy al contrario, habiendo visto legitimado su historial terrorista por las autoridades gubernamentales y judiciales y por una mayoría de medios deseosos siempre de ayudar a la sensación analgésica de normalidad.

En la escenificación de la mentira que es la pretendida normalidad, que en absoluto disminuye y apenas disimula la vocación de hostigamiento que ya despliega Bildu por todo el País Vasco, el juego con las víctimas es especialmente repulsivo. Porque se pretende convertirlas en una especie de damnificados colaterales de un conflicto político solucionado. A las que las buenas maneras obligan a dar cierto consuelo siempre que se presten a integrarse en el paisaje bucólico de una sociedad vasca que por fin emprende su camino en paz tras tanto desasosiego. Pero al mismo tiempo, los responsables directos de los crímenes que convirtieron a aquellas en víctimas, son ensalzados y erigidos en héroes del pueblo en el salto hacia la plena soberanía. Que los principales artífices del éxito de esta estrategia estén en Madrid no resta méritos a la eficacia con la que ETA y su soldadesca política la llevan a cabo. Las principales organizaciones de víctimas se han negado a participar en la farsa. La obscenidad es excesiva. Los verdugos invitan al cóctel a las víctimas. Mengele no habría tenido el arrojo de invitar a los supervivientes judíos a rezar un kadish flanqueados por la división Totenkopf.

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