Por HERMANN TERTSCH
ABC 29.06.12
Merkel es la única culpable de todos nuestros males, de
nuestros parados, de los ajustes y recortes
EL tono que llegaba ayer del comienzo de la Cumbre de
Bruselas era el peor en años. Bufidos, gruñidos, lamentos, gritos y reproches.
No había al parecer nadie muy dispuesto a melodías más conciliadores. Unos han
llegado a la cumbre acosados por sus cifras. Sobre todo, claro está Rajoy y
Monti. Pero también en su disimulo Hollande, que sabe muy bien que ha llegado
el momento de hacer casar algo su retórica con la realidad. Y no se antoja todo
muy sencillo. Los acosados por sus cifras cotidianas llegan buscando alivio
urgente. Clamando por él. Exigen ayuda y “aiuto” de inmediato porque según
dicen no hay tiempo para nada más, dada la situación desesperada en que se
hallan. Desde hace semanas advierten que si no se les hace caso y se les presta
de inmediato la ayuda que demandan, se hundirá el euro, se acabará Europa y
poco menos que se terminará el mundo. Y llegan a Bruselas después de haber
dejado dicho en casa que acuden a exigir lo justo y necesario e imprescindible,
que les está siendo cruelmente negado. Que se les niega por cálculo avieso y
mezquindad. Ellos, aseguran, ya no pueden hacer más. Y su única tarea restante
es demandar que los demás asuman como propias las deudas que ellos hicieron.
Las demandas de mayor cesión de soberanía, de un control unificado bancario y
fiscal y la responsabilidad común presupuestaria son cosas que no les parecen
mal. Pero en estos momentos sólo distraen de la máxima urgencia que es
salvarlos a ellos de la codicia y las operaciones aviesas del mercado. Los tres
mosqueteros saben que uno de ellos, Hollande, pone trabas a los avances porque
se niega a cesiones de soberanía a Bruselas. Pero hablar de esto sólo distrae
de ejercer presión masiva sobre Alemania para quebrar la resistencia de su
canciller. Para obligarla a hacer lo que no quiere Merkel, ni su electorado ni
muchos otros países que se escudan en Alemania frente a las demandas de los
tres sureños. No son paquetes para crecimiento u otras medidas negociables. Lo
que quieren es aval general de una forma u otra para acceder de inmediato a
dinero barato. Y aquí no parece haber distingos entre Rajoy, Monti, Hollande o
San Krugman. Para presionar a Merkel ya valen todos los medios porque el fin,
que es nada menos que la salvación, es sagrado. Así, esa señora se ha
convertido ya en el personaje más odiado y vilipendiado del continente. En los
medios de los países afectados por su «vesania prusiana» la dibujan como nazi y
disfrazan de robot asesino, la ridiculizan por su forma de vestir o sus
supuestos hábitos sexuales o gastronómicos. Todo está permitido ya contra esa
mujer que, si quisiera, con un simple «Ja»(Si) en vez de un «Nein»(No),
solucionaría ella solita todos los problemas europeos. Merkel es por tanto la
única culpable ya de todos nuestros males, de nuestra deuda, de nuestros
parados, de nuestras estrecheces, de los ajustes y recortes. Porque sólo persisten
por la obstinación de esta alemana. Por su egoísmo, maldad y ansias de poder.
Si lograran acogotar a Merkel y arrancarle un aval de Alemania a sus deudas,
los tres mosqueteros volverían victoriosos a casa, agasajados por vencer a la
hydra. Su deuda pasaría a tener unos intereses mucho más cómodos. Y todos
respirarían más tranquilos. Y nuestras instituciones ya se podrían financiar. Y
seríamos felices y olvidaríamos los odiosos recortes. Al fin y al cabo, es
mejor que ahorren los alemanes. No va con nuestro carácter. Pero por los ruidos
que llegan de Bruselas, se sospecha que la mala bruja no se deja.
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