domingo, 22 de febrero de 2015

NO HAY DERECHO

Por HERMANN TERTSCH
  ABC  25.09.12


Aquí parece que todos consideran ya tener derecho a hacer daño al prójimo por el mero hecho de sentirse agraviados

PUES no, miren, no voy a recitarles las muy manidas bondades del sacrosanto derecho de manifestación. Menos hoy, día en el que golpistas de diverso signo han convocado una manifestación para acosar al Congreso, ejercer presión psicológica y física sobre los representantes de nuestra soberanía y su sede. Hoy, ni una concesión a la retórica cursi y hueca, además de mentirosa, de que todas las ideas son respetables. Ni respetables ni dignas de ser toleradas son esas ideas que se alimentan de la coacción y la violencia. Dicen que vienen ultraderecha y ultraizquierda. Nazismo e izquierdismo, hermanados como siempre en lo fundamental, la lucha contra la libertad, dicen que se concentran con la intención de ocupar el Congreso. De asaltar el sancta sanctorum de la Democracia y el Estado de Derecho. Y se ha decidido que tienen derecho a ello, a manifestarse. No estoy de acuerdo. Yo creo que no hay derecho. Y no hay derecho a que la izquierda institucional en España se permita tanta condescendencia cuando no complicidad con este vandalismo político. Les diré, no se escandalicen, que estoy en contra de ese derecho de manifestación si tiene que ejercerse como se hace en Madrid en estos años y meses. Exactamente desde que la izquierda socialista vio que tenía perdidas las elecciones generales en el Séptimo Año Triunfal del Innombrable. Entonces se alió con comunistas, perroflautistas, antisistema y sindicatos. Y todos juntos pusieron en marcha la maquinaria de agitación de la izquierda para adaptarse a la nueva situación de la lucha callejera.

Desde entonces los madrileños se zampan alguna manifestación diaria y un puñado los fines de semana. Algunas son legales con comunicación previa. Otras ni eso. Basta media docena de cabreados con una bandera sindical para que corten una calle en el centro. Si son treinta bloquean el tráfico en la Castellana. Y si llegan a cincuenta pretenden asaltar la sede del partido del Gobierno. Y si son cien consideran tener derecho para paralizar el tráfico en la capital de España durante horas. Con cientos de miles de víctimas que pierden paciencia, salud, dinero y tiempo. Aquí parece que todos consideran ya tener derecho a hacer daño al prójimo por el mero hecho de sentirse agraviados, molestos o contrariados. Y por supuesto en la más absoluta impunidad. Ni se multa a los sindicatos que convocan acosos ilegales, ni se sanciona a quienes agreden a viandantes y conductores con invasiones de calzada, ni se persigue a quienes causan daños al patrimonio público y a los ciudadanos. Esa convicción de que si yo estoy molesto por algo tengo el derecho a obligar a los demás a estar igual de molestos o más viene a ser, salvando las distancias, la cultura de la socialización del sufrimiento que propugnan los terroristas. Y sólo esa lógica, y la convicción de que la impunidad en España está garantizada, explica por qué cierta gente se cree con derecho a reaccionar con absoluta desproporción a la afrenta que creen haber sufrido. Véase quienes al parecer molestos con el precio de una entrada en Vallecas, causan inmensos destrozos en el sistema eléctrico. Con un sabotaje que pudo haber causado víctimas, tanto entre los técnicos como entre las miles de personas que esperaban acceder al estadio. Aquí todos explican todo y nunca paga nadie por las agresiones gratuitas. El islamista fanático, el sindicalista o el minero, el hooligan irritado o el nacionalista ofendido, aquí todos tienen derecho a hacerle la puñeta, reventarle el día o la vida a otro porque están cabreados con el mundo. Y no pasa nada. Lo harán por la fuerza. Pero no hay derecho.

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