ABC 28.08.12
Merkel no ha condenado a los griegos al fuego eterno por su
enésimo incumplimiento de casi todo.
RELÁJENSE. La canciller Angela Merkel no va a implantar una
implacable dictadura alemana en toda Europa en los próximos meses. Por mucho
que la anuncien desde Paul Krugman a Juan Echanove, nuestro último fichaje en
adalides de la germanofobia. Alemania no pisoteará a los franceses como en
1940, aunque así lo auguren tantos periodistas que gracias a la prima de riesgo
han sabido de la Segunda Guerra Mundial. Muy al contrario, parece que después
de las vacaciones de agosto, muchos han vuelto al trabajo con ganas de
encontrar soluciones por los cauces de la normalidad. Y poner coto a la
afición, de la que hizo gala toda Europa -y no sólo Europa- durante el pasado
año, a tener tres Armagedones a la semana y cuatro Apocalipsis al mes. Merkel
no ha condenado a los griegos al fuego eterno por su enésimo incumplimiento de
casi todo. Por el contrario ha mandado callar a quienes ya han comenzado la
campaña electoral en Alemania con populismo anti griego casi tan barato, aunque
nunca tan agresivo, como la demagogia antialemana en Grecia. Merkel ha sido
especialmente clara en su condena a la «charlatanería populista» de sus socios
cristianosociales bávaros de la CSU, y en particular con su sectario general
Alexander Dobrint. Y además de su dura reacción contra la agitación gratuita ha
dejado claro que Berlín pretende regular de nuevo la crisis de forma estrecha
con Francia. Ya ha acordado con Hollande la creación de un estado mayor
conjunto franco-alemán para restablecer una cooperación interrumpida con las
elecciones presidenciales francesas y el relevo en la jefatura del Estado en
París. Es decir, un retorno también a la normalidad en las relaciones entre
Berlín y París tras un periodo no fácil de aclimatación. Pero en la normalidad
Merkel también incluye que el BCE no se vea tentado por sus propias
extravagancias, entre las que ella ve esa tentación de «la inyección»
sistemática y «adictiva» de dinero para los países con mayores problemas de
deuda. Normalidad es que los países que quieran algo lo pidan según las reglas establecidas
y no con excepciones. Y mucho menos con chantajes. En esa normalización habrá
que integrar también los previsibles cambios políticos que se van a producir,
en Holanda de momento. ¿Cómo? Ya se verá. Claro está que desde ahora mismo y
hasta las elecciones federales alemanas no habrá que cuidar sólo el alma
angustiada de los países deudores, sino de forma creciente las de las
sociedades del norte en las que madura el hastío con Grecia y el miedo con los
grandes países problemáticos del sur, nosotros e Italia. En año electoral ya
casi, ni toda la autoridad de Merkel podrá acallar a alemanes hartos de pagar a
Grecia.
Entre ahora Europa o no en la dinámica de preparar ese nuevo
Tratado, lo que está por ver, se trata de recuperar una cierta normalidad en
estos próximos meses. El pánico de muchos a los mercados en este mes de agosto
se ha revelado injustificado. Y lo importante ahora es que los diferentes
países apliquen sus medidas de reformas, corrijan sus estructuras y cumplan sus
objetivos y compromisos.
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