ABC 27.08.11
Ya estamos viendo imágenes de Libia que no nos gustan.
Jóvenes subsaharianos detenidos, presuntos mercenarios de Gadafi, fotografiados
llorando mientras los trasladan los rebeldes a un destino desconocido. Muy
probablemente a ser ejecutados lejos de las cámaras. Escenas con cadáveres de
miembros de las milicias leales. Informes sobre vejaciones, malos tratos o
torturas y por supuesto de mil saqueos de los milicianos rebeldes en la
capital. No se deben poner en duda. Si en todas las guerras se producen, en ésta
los combatientes victoriosos están sedientos de venganza por todo el horror
sufrido. Siguen además en plena batalla. Con bolsas resistentes en Trípoli y la
ofensiva sobre Sirte apenas comenzada, no hay paz. Nadie puede pretender que
estos jóvenes que han hecho su aprendizaje militar en campaña se comporten como
un ejército regular. Y sin embargo, las salvajadas son muchas menos de las que
cabía esperar. La disciplina demostrada en estos últimos meses por las unidades
heterogéneas de guerrilleros que en su mayoría se han conocido en combate, es
considerable. Y su capacidad de coordinación con las fuerzas de la OTAN es
notoria. Los inevitables casos de «fuego amigo» e incidentes entre los enemigos
de Gadafi cuando comenzó la intervención dieron paso a una cooperación que ha
sorprendido por su eficacia. El CNT demuestra sobriedad, realismo y también
autoridad. Pero la guerra no ha terminado. La alarma por la posibilidad de que
fuerzas de Gadafi envenenaran el agua potable revela la brutalidad de un
régimen herido de muerte. Sin duda habrá noticias que no gusten. Que utilizarán
aquellos que dicen que son lo mismo Gadafi y sus enemigos. No es así, las cosas
han ido muy bien. Los rebeldes y la OTAN han obtenido una victoria eficaz. Con
pocas bajas. Ya sabemos que según algunos habrá que pedir perdón por ello. La
mayoría de los libios, feliz, no piensa hacerlo.
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