sábado, 14 de febrero de 2015

POR LA DIGNIDAD DE TODOS

Por HERMANN TERTSCH
ABC Viernes, 28.10.11


HAY mil motivos para ir mañana a la manifestación convocada por las víctimas del terrorismo en la Plaza de la República Dominicana de Madrid. Si quieren uno inmediato y visceral, basta la necesidad de respuesta a todas las infamias que se escuchan estos días por parte de aquellos que quieren pasar página a toda prisa. No todos llegan a la bajeza del nacionalista catalán Duran i Lleida cuando sugiere que es la venganza la que mueve a las asociaciones de víctimas. Pero son legión los que dicen y escriben que las víctimas del terror deben comportarse poco como una asociación de damnificados por alguna catástrofe natural y limitarse a los cuidados paliativos de sus miembros. Y que desde luego no pueden influir en nuestras decisiones políticas ni en nuestros gobernantes que harán bien en dar por cerrado el capítulo del terrorismo. Porque ETA nos da su palabra de que las armas que se guarda no las va a utilizar. Porque un simple comunicado en el que sólo hacen una declaración de intenciones unos terroristas que nos matan desde hace medio siglo se ha querido convertir por parte del Gobierno y los nacionalistas en una proclamación histórica y cuasi sagrada de paz y libertad para los españoles. Eso es ya en sí un insulto intolerable. Porque nuestra paz y nuestra libertad no pueden jamás depender de la voluntad de una banda de asesinos por muchos cómplices que tengan. El espectáculo que nos han brindado nuestros gobernantes y otros entusiastas del cambalache está a la altura de sus intenciones. La indignidad de esta aquiescencia hacia los postulados de los terroristas es pareja a la impostura de unos llantos de emoción con una sobreactuación que intentaba ocultar el hecho de que el comunicado no cumple ninguna de las condiciones que ellos mismos, los negociadores gubernamentales, habían exigido.

Las intenciones no son otras que pretender haber alcanzado una solución definitiva al problema del terrorismo en España y legitimar así una negociación clandestina con los terroristas. Con la que se ha permitido a ETA —a ella sí— legitimar sus cincuenta años de crímenes, consolidar unas cotas de poder conquistadas por medio del terror y otorgarles una victoria que tendrá su inmediato reflejo en las urnas el próximo día 20N. Y supone la mayor amenaza para la España democrática desde los intentos de Golpe de Estado. Que haya cristalizado con la colaboración de quienes fueron elegidos para defender nuestras leyes es una vergonzosa página negra en nuestra historia.

Pues es precisamente ahora, cuando ETA cree llegado el momento de entrar en una segunda fase de su estrategia totalitaria y ceder el protagonismo que tenían las armas al ejercicio del poder desde las instituciones cuando el papel de las víctimas cobra mayor peso y trascendencia que nunca. Porque si siempre han sido un referente moral para quienes se niegan a negociar su libertad y sus leyes con los asesinos, ahora son además la columna vertebral de una sociedad que debe defender su conciencia y la verdad frente a ese proyecto totalitario basado en la intimidación y la mentira. Frente a los intentos de generar esa confusión moral que inventa bandos en guerra y equipara a asesinos con asesinados, las víctimas son el testigo vivo, necesario e insobornable que denuncia y rechaza este intento de convencer a la ciudadanía de que el desarme moral es además de inevitable conveniente. Libertad, memoria y justicia. No estamos por tanto defendiendo la dignidad de las víctimas, que es más que firme. Sino la de toda la ciudadanía española, que se deslizaría hacia una sima en la que quedaría inerme ante la voluntad totalitaria del crimen reconvertido.

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